La fiebre del Mundial de Fútbol Rusia 2018 contagió a docentes y estudiantes de la Institución Educativa Soledad Acosta de Samper, mas conocida como Techo Rojo en Cartagena de Indias.
Desde muy temprano los estudiantes se dieron cita en la cancha del plantel con sus respectivas barras representando a los países que participan en el Mundial de Rusia.
En la cancha todo estaba listo para disfrutar el encuentro entre Colombia y Uruguay. Las banderas ondeaban por cada uno de los equipos y en cada niño la ilusión de jugar bien para representar con lujo de detalles los colores de cada Nación que por sorteo les correspondió.
Mi hija que estudia en ese colegio me invitó a que apoyáramos a sus compañeros a quienes vi muy animados con los colores del tricolor colombiano con ganas de ganar y sobre todo después de ver perder a sus ídolos frente a Japón.
Sonó el pitazo inicial y se escuchaban aplausos, pitos y hasta gritos, no se sabía quién gritaba más si los que llevaban la camiseta de Uruguay o la barra de mi hija que estaba del lado de sus compañeros quienes representaban a Colombia. Viendo a esos muchachos me preguntaba qué será de ellos en unos años? Habrán alcanzando sus sueños? Persistirán esas ganas de parecerse a Radamel Falcao, a James Rodríguez y a los demás jugadores que se juegan la vida en la cancha por un país que vibra con la emoción del fútbol?
Observaba jugadas y gestos muy parecidos a los que veo en televisión, sin importar los colores que estaban representando todos querían lucirse y con ello ganar el aplauso, el cariño y el respeto de los asistentes.
En la cancha del Techo Rojo la emoción era desorbitante, el corazón de cada uno de los padres latía como a millón con cada jugada y estoy seguro que mas de uno soñó despierto viendo a su hijo en grandes escenarios y como un gran futbolista.
Desde un punto de la cancha observaba a la profe Jessica, una de las organizadoras del evento dirigiendo a sus alumnos, su voz lograba escucharse en medio de los pitos y la algarabía, pero a medida que transcurría el partido la animada barra de los Colombianos se iba apagando porque su equipo pese al esfuerzo y al buen juego de sus pupilos se estaba dejando meter los goles. Sonó el pitazo final, celebraron los que vestían la camiseta de Uruguay y en la barra de los Colombianos aunque tristes por la derrota se abrasaron entre si y escuche decir a la profe “tranquilo mis muchachos que perder también es ganar”.