A Pedrito Pereira, persona cabal, ecuánime y serena, encargado alcalde de Cartagena desde el pasado mes de septiembre por voluntad del presidente Duque, lo conozco desde hace algo más de 20 años; y digo que lo conozco porque tuvimos la oportunidad de converger y trabajar “hombro a hombro” a finales de la década de los noventa en las mismas causas sociales y en la misma dirección que buscaba el bien común de la ciudad. Eso fue en los inicios de 1997.
No se puede negar, ni guardar silencio ante la paz política, y en la lenta pero progresiva confianza que se va recuperando ante la hecatombe en que se convirtieron las últimas administraciones de la ciudad; y como muchos cartageneros, no puedo sustraerme a esta complacencia.
Pero como ciudadano, y absolutamente distante de cualquier pretensión personal, gracias a Dios, no he tenido fortuna para que a través de los diferentes canales de agendamiento de citas haya podido lograr ser atendido y tener una breve conversación con el alcalde, en su despacho, para hacerle conocer de primera mano problemas del entorno de mi sector, de la ciudad, y además, extenderle invitación para que a través de los micrófonos tuviéramos un dialogo ciudadano sobre los asuntos más apremiantes de la ciudad.
Como todo cambia, intenté explorar como era el mecanismo de atención del alcalde, y traté de ingresar por la puerta que da casi directamente al Despacho, pero no me lo permitieron; me indicaron que era por otro acceso, que en el segundo piso Paulina me registraría en un cuaderno y me diría que me llamarían cuando ya estuviera agendada la cita.
A lo anterior tengo que añadirle que no sólo he agotado esta vía de comunicación con el alcalde Pereira, también he agotado la de las modernas comunicaciones, la del whatsapp; y tampoco he logrado que el alcalde me conceda un brevísimo tiempo para exponerle temas de ciudad, ya que los mandos medios poco o nada resuelven.
Pero a este pasajero desencanto se le agregó lo que este martes 18 de diciembre presencié cuando en horas de la mañana transitando por el frente del Palacio de la Aduana pude escuchar a un puñado de mujeres clamando al mandatario para que saliera, las atendiera, y le diera solución a la falta de pago que como operarias le adeudan las empresas que se ganaron el nuevo PAE…el bendito PAE. finalmente, no salió.
Pensé, es el precio que hay que pagar por el oficio que en esta etapa de vida, y gracias al tiempo que dispongo, escogí con entrega y devoción, el de las comunicaciones, buscando expresar a través de los micrófonos las vivencias de esta ciudad.
Quería saber de boca del señor Alcalde qué es lo que verdaderamente pasa con la puesta al servicio del Mercado de Santa Rita, y en que quedará el traslado del Mercado de Bazurto.
También, quería preguntarle a Pedrito en qué quedó la limpieza del Caño Juan Angola, y hacerle saber cómo en el barrio de Crespo, ante la vista y quejas ante las autoridades, descaradamente se roban sus orillas; y además, pedirle que la Policía asuma el control de las máquinas de sonido que desde la otra orilla del Caño, en Santa María, y casi a diario, atormentan el entorno con sus estridentes decibles.
Finalmente, quería preguntarle a Pedrito que si él cree que en verdad se hará el Plan Maestro de Alcantarillado y Aguas Pluviales; y, además, para cuándo será el traslado de la Cárcel de san Diego.
Pero como al Coronel de García Márquez, quien no tuvo quien le escribiera, yo tampoco he tenido quien me llame de parte del Alcalde.