Referirse a lo mediático no es encasillarse en lo de noticias de moda, no; es referirse a todo lo relacionado con los medios de comunicación, por ello, el título de “Excesos mediáticos” es para hacer referencia al desbordamiento al que nos estamos acostumbrando por cuenta de excesos periodísticos, ya sea por parte de profesionales de la comunicación que “han pisado” una Universidad y son tenedores de sus respectiva Tarjeta Profesional, así como por parte de los que también, sin Tarjeta, ejercen con validez el periodismo empírico.
Los excesos mediáticos no han estado lejanos del abuso, la calumnia, la injuria, la difamación, el irrespeto, la violación a la intimidad personal; y hasta por el contrario, de la adulación que de manera irresponsable se difunde a través de medios de comunicación.
El periodismo, el de Universidad, o el empírico, nunca podrán estar apartados de la ética, la seriedad, la moral, la responsabilidad, la imparcialidad, pero sobre todo deberá ejercerse sin apasionamiento procurando el respeto a la persona, sea cual fuere su condición dentro de la sociedad. Este derecho, el del respeto, jamás le podrá ser vulnerado a ningún individuo, y menos por quien ha escogido las comunicaciones como su oficio o su profesión.
Nuestra Constitución estableció claramente la protección al derecho a la intimidad personal, a la honra, a la dignidad y al buen nombre, como derechos que en principio deberán ser respetados, pero en especial por todas aquellas personas que se decidieron por la actividad de informar a través de medios de comunicación. Los excesos, son eso, excesos, aquello que va más allá de la medida, lo que pasa el límite de lo correcto, de lo sensato, o lo que va más allá de lo prudente.
En Colombia, a un periodista no lo hace una Tarjeta Profesional ni el haber transitado por las aulas de una Facultad de Comunicación Social no; así lo ha ratificado más de una vez la Corte Constitucional cuando derogando la Ley 51 de 1975 o Estatuto del Periodista dejó claro que el ejercicio periodístico es un oficio o labor que puede desarrollar cualquier ciudadano colombiano sin que para ello se exija dicha credencial, obvio es, sin que esto implique que se ejerza con irrespeto; principio que ratificó el Magistrado Carlos Gaviria cuando dictó: “Los privilegios y aún los deberes éticos y jurídicos que al periodista incumben, derivan del ejercicio de su actividad y no del hecho contingente de poseer o no una tarjeta expedida por una agencia oficial”.
El periodista, de oficio o profesional, no puede renunciar a sus deberes ni a sus principios; ni abusar del poder que le da estar al frente de un medio de comunicación para violentar o irrespetar al ciudadano; y menos, cuando a veces pareciera que se va detrás de fines protagónicos, victimización y hasta solidaridad de cuerpo buscando hacerse visible por unos hechos que no debieron provocarse.
No podemos seguir estando de “plantón en plantón” en procura de la libertad de prensa; debemos es procurar el respeto a las normas, el respeto a las personas; pero sobre todo, el respeto así mismo.
En Cartagena hemos visto de todo. Hace pocos meses una funcionaria del Distrito tuvo que tutelar su derecho a la intimidad que un periodista con Tarjeta Profesional le violó difundiendo por las redes sociales fotografías intimas suyas. Periodista al que igualmente abordó en su cabina de radio un ciudadano afectado en sus derechos.
El periodismo nunca deberá ejercerse a manera de venganza personal o venganza por encargo; ni tampoco para adular a los que cumplen con la cuota del “sombrerito”.