Por lo regular, y casi de manera indefectible, la formación de negros nubarrones en los cielos son anuncio seguro de grandes precipitaciones y por qué no, de grandes tormentas y hasta grandes desastres, ante los cuales, solo toca guarecerse mientras pasa el temporal. Son los designios de Dios y de la naturaleza por lo que no hay nada que hacer. Nadie puede detener ni mucho menos prever las tormentas, las tormentas que vienen del cielo.
Pero hay otro tipo de tormentas, las políticas, tormentas que anunciadas como “Negros Nubarrones” en la atmosfera de la administración pública sí pueden preverse y evitarse si es que las autoridades superiores o el pueblo así lo quieren.
Desde la óptica de lo público, para nadie es ignorado que sobre los cielos que cubren los casi seiscientos diez kilómetros cuadrados que están sobre el cielo de Cartagena permanece estacionado o estancado un cúmulo de grandes y “negros nubarrones” que han venido desgajando tormentas de manera inclemente sobre la institucionalidad de la ciudad.
En Cartagena, con la invalidación de la elección de Quinto Guerra como alcalde, y la nueva terna que pretende sacar al encargado alcalde, Pedrito Pereira, los “negros nubarrones” parecen haberse “alborotado” y arreciado amenazando todo lo que parezca estabilidad político-administrativa de la ciudad.
Los “Negros nubarrones” son, por lo general, anuncio de desgracias, esto lo sabemos de sobra, como también sabemos la desgracia que sobre Cartagena se cierne si es que el señor Presidente de la República cede a la presión de los politiqueros y organizaciones criminales de la ciudad que pretenden sentar en el solio de la Aduana a uno, cuestionado y ex sancionado (sic) y que hace parte de los ofrecidos como alternativa al Mandatario Nacional para desbancar al incómodo Pedrito.
En Cartagena, después que quedó en firme la abolición de la elección de Antonio Quinto, los “Negros nubarrones” que posan constantes y de manera amenazantes sobre la administración de la ciudad se han soliviantado de tal manera que de llegarse a dar la escogencia de William Valderrama Hoyos, actual Secretario de Hacienda Distrital, como otro más del rosario de alcaldes a los que ya estamos acostumbrados en la ciudad, produciría, como los aguaceros que caen sobre nuestro territorio, un desbordamiento descomunal en el manejo de las finanzas públicas a favor de su mentor político, el ex senador William Montes.
Si llegase a dar este desatino por parte del presidente Duque, el de encargar a Valderrama Hoyos en la alcaldía de Cartagena para un periodo tan delicado como éste, el preelectoral, no solo sería el acabose sino que volveríamos una vez más a estar en la picota pública nacional, la que morbosamente disfruta con todo lo malo que nos pasa.
De suceder, que encarguen a Valderrama Hoyos como alcalde de Cartagena, de seguro que la prensa capitalina recavará sobre la sanción de suspensión que por término de ocho meses y multa de ocho de sus salarios le impuso la Procuraduría en el año 2015 cuando siendo Secretario de Hacienda del Departamento de Bolívar hizo parte del tinglado que se confabuló para desfalcar las arcas departamentales al reconocerle a un ex empleado con salario de $395.122,oo y relación laboral inexistente, prestaciones sociales por la suma de un mil ciento cuarenta millones de pesos.
Si el Presidente llegare a ceder, repito, se estaría comprobando lo que se dice en los tertuliaderos, que ahora, para llegar a altos cargos del gobierno ya no se requiere de una buena hoja de vida; no, se requiere de buen prontuario o de un voluminoso expediente judicial.