Del Palabrero se dice universalmente que es aquel que habla mucho, sin fundamentos, de rápidos ofrecimientos y pocos cumplimientos; consideración un poco apartada del significado que los Wayuu le dan con este término a la persona de su etnia encargada de solucionar los conflictos entre las familias y ser, además, prudente, sigiloso y demostrar firmeza y respeto.
Pero del tipo de persona que me ocuparé no será la del Palabrero Wayuu, no, me ocuparé de los palabreros de la fe, esos de mucho hablar y pocos fundamentos, esos que pregonando firmeza en su concepción espiritual no son más que charlatanes que acomodándose a las circunstancias cotorrean de sus supuestas virtudes e inclinación por las cosas místicas.
En este último estado, el de los palabreros charlatanes, es donde encajan perfectamente los miembros de esos partidos políticos, seudocristianos, quienes bajo artimañas, sin escrúpulos ni respeto por las cosas de Dios y bajo engaño e instrumentalización de sus feligreses se les ha dado por involucrarse activamente en un oficio tan desprestigiado como es el del ejercicio indebido de la política. Estos Partidos han llegado al extremo de avalar candidatos que ni son de su redil, ni han reconocido el nombre de Jesucristo.
Yerran totalmente estos partidos seudocristianos surgidos de la ambición de poder y codicia de dinero, que como estilo predominante predican en sus templos y siembran en la mente de sus seguidores su falsa doctrina de la prosperidad, doctrina apartada totalmente de los principios cristianos.
Enfáticamente dicen Las Escrituras, ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿…qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué parte tiene el creyente con el incrédulo?; interrogantes a los que no les encontró respuesta el apóstol Pablo.
Se equivocan los partidos políticos seudocristianos cuando además de involucrarse activamente en el desprestigiado oficio de la política extienden avales a diestra y siniestra como si el acto de avalar no se constituyera en una obligación que igualmente los involucra y que conjuntamente contraen con el electorado y con el pueblo a través de la persona avalada, la que de llegar a incumplir no sólo incumple ella, también incumple el partido seudocristiano que lo ha avalado y que de paso ha mancillando injustamente el nombre de Dios invocándolo de manera ligera e irresponsable.
Jesús, a sus seguidores, en especial a sus líderes, no los ha llamado a hacer política, ni a dar avales a los impíos, ni salir a buscar votos; no, de ninguna manera; Jesús es claro, y lo que sí nos dejó dicho es “que fuéramos a todas las naciones haciendo discípulos”; o como indica el apóstol Pablo a líderes y creyentes: “oraremos por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica…”
Seguro que este escrito tendrá más de un detractor, pero no importa; esos detractores son los seudo creyentes cristianos que torciendo la Palabra de Dios justifican su participación activa en política apoyándose en que Israel, el pueblo escogido por Dios, tuvo gobernantes aprobados por él.
Es tan evidente la falta de fundamentos de estos palabreros de la fe, que aún, una candidatura a la alcaldía de Cartagena a la que han avalado como Partido que dice ser cristiano dando muestras de incredulidad en el poder y la protección de Dios y de la oración acude a un paquete de súper abogados exhibidos en público como para “mostrarle los dientes” a sus contradictores.
Finalmente, que quede claro, el creyente, y en especial el dirigente o líder religioso, debe participar del sano ejercicio ciudadano de la política por ser un ciudadano de bien; pero no debe usar su supuesta fe ni la de sus feligreses para instrumentalizarlos en busca de poder político porque serían como Palabreros de la Fe.