Como está Latinoamérica de encendida, el paro nacional convocado para el 21 de noviembre en Colombia, puede ser fácil un pretexto detonante para provocar la caída del presidente Iván Duque. Sería lo peor que pudiera pasar a Colombia y a la región.
La vocación democrática del país, es de por si un muro para impedir que se presenten este tipo de acontecimientos en la Nación, sin embargo, no es de subestimar la posibilidad que se dé un amotinamiento contra el presidente colombiano, de tal forma que encuentre combustible el descontento popular en una imagen negativa de Iván Duque casi del setenta por ciento. Eso no puede pasar por alto.
Una oposición que viene envalentonada con cabeza de ministro de defensa en mano, que no es lo mismo que si fuera el ministro de cultura, tampoco puede tenerse como de poca monta.
Unos militares colombianos, que a ciencia cierta no se sabe ni que están pensando y que en este gobierno es posible que no se sientan tratados ni como chicha ni limonada, puede ser un ingrediente más, para que detone la bomba social, sobre la cual está sentado el presidente Duque.
Cuando una imagen presidencial está tan deteriorada, pónganle la firma que el bolsillo del ciudadano de a pie está gravemente afectado y su ánimo muy lábil. No es de menospreciar la derrota sufrida por el partido de gobierno, en las elecciones locales. Son una alerta de que la llama está encendida y hay pólvora en el recinto.
Modestia aparte presidente, los amigos de su gobierno somos los que nos preocupamos por hacerle ver la realidad y le decimos va mal presidente. No hay sintonía entre Duque y el pueblo. Agreguemos el descontento del corrupto congreso, donde hasta el partido de gobierno se siente maltratado por el lapicero presidencial. Todo eso suma en el descontento generalizado.
La violencia e inseguridad hacen de las suyas en los colombianos, que no nos sentimos protegidos de los grupos al margen de la ley ni de la delincuencia común.
Expuesto el problema, lo más insensato que puede hacer el presidente Duque, es no atender la alerta de tsunami, y esperar con un cóctel y música rock a la orilla de la playa.
No espere presidente el 21 de noviembre con ministro de defensa interino. Igual antes del 21 coja el toro por los cachos, remueva las sillas ministeriales. Coloque de manera inmediata fichas que generen confianza, interlocución y ante todo esperanza. Cuando a la gente, le siembran esperanza real, hay posibilidades de amortiguar el descontento popular y sobretodo de salir adelante.
Tiene fichas presidente para enviar mensaje de enderezar el rumbo. Está Francisco Santos, un empedernido gestor de comunicación y puente humanitario, con firmeza y sensibilidad social. Elementos de gran valor. Reubíquelo, que lo necesita en el país. En una cancillería y en el mismo ministerio de defensa, no desluce. Carlos Holmes, al ministerio del interior le daría oxígeno a las relaciones con el congreso.
De un golpe político y de opinión y llame a Navarro Wolf al gobierno, como ministro de ambiente, previo consentimiento del individuo. Ese sería un estruendoso mensaje, necesario.
Póngale a Cesar Gaviria a su hijito Simón, así sea como embajador. Utilice a Marta Lucia Ramírez, que como mindefensa igual sería una carta a jugar. Alicia Arango, en la embajada de Estados Unidos, quedamos bien representados.
Cierre los ojos y ordene la fumigación con glifosato. Pensando en la esperanza popular, haga el anuncio que se comienza a trabajar en acabar con las bolsas de empleo, que todos sabemos que son un atropello al trabajador raso. Igual salga de la zona de confort del cuatro por mil, busque otra fuente de financiación y deróguelo. Seguro es un golpe político y dinamiza la economía, principalmente de la clase media. Atrévase.
Hágase retratar nuevamente con Guaidó en el Palacio de Nariño, ese mensaje les sirve a ambos. Lo importante es que actúe presidente. No es que le digamos que hacer, pero algo debe hacer. Acción.