La legitimidad desde el punto de vista político se refiere al ejercicio del poder. Otra acepción de esta palabra, es el respaldo de la mayoría del pueblo depositada en un candidato que coloca su nombre a consideración en unas justas electorales, porque lo considera la mejor opción o el que más afinidad le genere.
En democracia, los votantes del partido político perdedor pueden lamentarse por haber perdido las elecciones, pero no por ello deberán desobedecer al nuevo gobierno y mucho menos convertirse sistemáticamente en un palo en la rueda, a pesar de no compartir sus postulados filosóficos o prácticas políticas sin que ello implique que les sea cercenada su libertad para controvertir.
Pero, tal parece que en Cartagena de Indias quienes pierden las elecciones perciben la democracia de una manera distorsionada, careciendo de gallardía para aceptar la derrota y lo que se estila es que de forma soterrada y en las sombras accionar a través de sus cómplices para de una manera u otra empezar a generar una atmósfera de insatisfacción o al menos generarle esa sensación al vulgo.
Hay varios sectores de la población que se prestan para ello, periodistas, políticos, servidores públicos e inclusive, funcionarios de carrera se prestan para desarrollar o colocar en práctica esta estrategia con el fin de deslegitimar al actual alcalde William Dau Chamat.
Los medios de comunicación quizás abusando del llamado cuarto poder distorsionan la información que produce el alcalde enfocándola o intentando dar un punto de vista parcializado obviando la función social del periodismo la cual consiste en informar de manera objetiva e imparcial, pero, como estaban acostumbrados a la mermelada ahora que no hay están como cangrejos en lata.
Menos mal que el pueblo tiene claro e identificado a los “periodistas de estómago” de esta ciudad a los cuales ya no les cree. Lo mismo sucede con los políticos derrotados y los servidores públicos, que no admiten que el pueblo se cansó de ellos, aunque para decir verdad la tarea nos quedó a medias, y como resultado vimos como un Concejo Distrital nuevamente escoge erradamente a un funcionario, esta vez a la Personera Distrital de Cartagena.
Eligieron a alguien que basta con revisar la norma y se cae por su propio peso, si lo hicieron por soberbia en razón a las declaraciones desatinadas del alcalde Dau, se metieron en un problema, porque demostraron que más pudieron sus egocentrismos personales que la suerte de nuestra ciudad, por eso creo que nos equivocamos al no sacar a todos los que venían del periodo anterior. No creo que los concejales de Cartagena tengan criterio moral y ético para censurar las decisiones del Alcalde.
Sin embargo no todo el crédito se lo demos a los malos perdedores, su cuota en esto, también la ha aportado el nuevo alcalde, quien no ha sabido o no ha podido contenerse, entendemos su indignación frente a todo lo que ha encontrado, pero, hay cosas que no son políticamente correctas decirlas, no sé si es falta de asesores o es que a los que tiene no le están copiando, pero, de una forma u otra nuestro alcalde debe ser mesurado en sus declaraciones, «la mujer del cesar no solo deber serlo sino parecerlo».
Lo que sí está más que claro es que el pueblo si eligió a Dau es porque confía en él y a pesar del intento de desprestigiarlo creando un mal ambiente a su alrededor criticándole de mala fe todas sus decisiones, no es lo que va a socavar su legitimidad, lo único que podría lograrlo es que nos quede mal.