Nosotros si somos maricas. Nos tiramos entre vecinos. El Canal Caracol dijo que el maestro Adolfo Pacheco tenía Covid-19. Todos le creyeron. Nadie se quejó de ese amarillismo.
Yo, Alfonso Ramón Hamburguer hice una hermosa crónica ética y estética. Dura, pero objetiva. Se sospecha un fuerte guayabo | El maestro Adolfo Pacheco ya bajó a cama. Mi crónica fue elogiada por conocedores del periodismo y se volvió viral. Juan Carlos Guardela la compartió 40 veces. Varios portales la replicaron.
Guardela, reseñó mi crónica sobre el guayabo de Pacheco en su tertulia del miércoles 30 con Juan Gossain. Dijo textualmente que la crónica busca al buen cronista.
Me considero un gran amigo del maestro Pacheco, su discípulo. Creo que Adolfo Pacheco cambió el rumbo de mi vida. Fue mi primera entrevista y eso definió el rumbo de mi carrera.
Mi deber de periodista es contar, no enterrarme con el paciente. Es un consejo ético de Javier Dario Restrepo. La labor del bombero es apagar el fuego. La del cronista es contar cómo , cuándo y porqué se apaga el fuego.
Por ahí el Corroncho Villa – a quien tengo bien medido- reenvío un escrito donde alguien cuestiona mi labor informativa. No sé quien escribió ese texto tan desafortunado. Me parece de mal gusto que escriban en las redes con letras mayúscula, lo que equivale a gritar.
Lo que pienso es que este tema del maestro Pacheco no sólo es interesante, sino delicado. El maestro es un patrimonio nacional y como tal debemos cuidarlo. No que surjan aparecidos o aparecidas a tomarse fotos para exhibición de sus propias debilidades y fungir como gestores culturales que no son.
Si un hombre sale los fines de semana a buscar parranda algo debe estar pasando en su intimidad. Un cronista debe ser curioso y nunca debe perder la capacidad de asombro. Y debe, en lo absoluto, buscar varias aristas a la noticia. Y más allá de la mentira festejada e inventada del Canal Caracol, lo del guayabo no era una opción descartable. Era verdad. Y eso en nada compromete el inmenso amor al maestro.