“…Lo preocupante en la situación es que el ser humano es el producto, ya que las redes son gratis…”
La globalización y el empresarismo mundial han desarrollado actividades comerciales, especialmente en lo referente a las redes sociales tales como WhatsApp, Telegram, Pinterest, TikTok, Snapchat, Instagram, Twitter, Spotify, Facebook, que han desencadenado un problema de enfermedad mundial difícil de controlar.
Lo preocupante en la situación es que el ser humano es el producto, ya que las redes son gratis y por dicho motivo es fácil acceder y es cuando se presenta el uso excesivo de las plataformas especialmente en nuestra niñez y juventud, creado situaciones muchas veces irreversibles de aislamiento social, por el excesivo tiempo que se pasa en ellas, por la misma dependencia psicológica que los productores han creado.
En las mayorías de los hogares de Colombia y el mundo, la traspolación de valores inicia con los padres con el uso permanente de la tecnología, desatendiendo los valores necesarios en el crecimiento de los niños, cuando ya no salen a jugar, patinar, reunirse con sus amigos, leer, ya que para el fascilitismo de sus tutores lo que hacen es entregarle el celular, el CP, el iPhone, o la Tablet para mantener la intolerancia de los vástagos, cuando ellos están es pidiendo quemar sus energías represadas.
La radiografía es común y se ha patentado su normalidad, adultos, jóvenes y niños celulares activados e inmersos en reuniones sociales, fiestas, almuerzos o cenas, así como en la sala y en la cama, frente al TV, con casos inverosímiles cuando estas parlando con un interlocutor y éste responde y baja la cerviz para seguir chateando, lo que indica que “no está parando bolas” a la conversación.
Estas actuaciones de los mayores, ha traído en la niñez consecuencias muchas veces fatales producto del uso excesivo o de adicción a las redes, cuando encontramos infantes con baja autoestima, permanente ansiedad e irreverencia, son dependiente emocionalmente de lo que sucede en el juego virtual, improductivos y con altos índices de introversión.
Cada hogar tendrá sus propios ejemplos, no es posible que cuando un niño (a) llore, sus padres les entregan sus celulares “para que se entretenga” y es allí cuando inicia la dependencia y el tiempo que le dedica a las redes, cuando el niño ha debido estar en funciones de lo que requiere para su normal desarrollo, aplicando los conceptos científicos de los pediatras, que consideran que, “el celular no es un juguete”.
La organización Net Children Go Mobile, revela cifras impresionantes del uso de celulares en la niñez, “…en Europa, el 46% de los niños de entre 9 y 11 años tiene su propio celular, en Estados Unidos a los 8 años y en América Latina a los 12 años el 60% recibe su primer teléfono móvil”, y sus padres se auto alaban cuando exclaman que sus niños han iniciado “el cambio social”, cuando lo que sucede es completamente lo contrario.
Con el aumento de las propagandas para acceder a las TIC, -Tecnologías de la Información y la Comunicación-, han afectado exponencialmente el normal desarrollo de los niños y jóvenes que los han llevado a tener serios problemas de comportamiento personal, social, familiar y del entorno escolar, aumento de la obesidad, lo que los científicos denominan “estrés tecnológico”, llevándolos inclusive al uso de sustancias psicoactivas, como el cigarrillo, cocaína, anfetaminas y alcohol, determinando la baja en sus rendimientos académicos y la nomofobia (el miedo irracional a estar sin teléfono móvil).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos da muchas recomendaciones científicas para intentar minimizar el problema, pero, preocupa que ellos se desvíen tangencialmente buscándole la solución con procedimientos clínicos de ultranza, tales como la exploración del problema con análisis psicométrico, o psicoeducación para detectar por que la adicción, encasillándola como una conducta propia de los niños y jóvenes del futuro, cuando el problema no está allí sino en sus padres.
¿Qué hacer entonces? Racionalizar el uso de los equipos no entregándoles el celular para evitar “rabietas”, establecerles horarios para su uso, no descargar aplicaciones sin el permiso respectivo, tener el computador en sitios visibles a los adultos, incentivar la recreación el deporte y la lectura y lo más importante, que los mayores también “depongan sus armas” con el uso frecuente de la tecnología.