El 16 de Marzo de 2022, el Congreso de la República aprobó la ley 2211, de la iniciativa del Gobierno Nacional de entonces, en la cual se decretaba que cada día 16 de Marzo se celebrara el Día Nacional Conmemorativo de la Víctimas del Covid-19 en Colombia.
En esta fecha se honra la memoria de las más de 140 mil víctimas mortales que ha dejado el virus SARS-CoV-2 en el país, desde su llegada en 2020. “La Nación honra y exalta la memoria de las personas fallecidas por la Covid-19, como una forma de expresar condolencias y sentimientos de solidaridad a sus familiares y amigos cercanos”, dice el documento.
La conmemorativa fecha exalta la memoria y recuerda a todos los profesionales de la salud y voluntarios, que en el ejercicio de su profesión, dieron la vida para salvar vidas en el tiempo de pandemia.
Es inaceptable el olvido de las autoridades, periodismo y otros que hicieron caso omiso de esta fecha tan especial y tan conmovedora. Las referencias fueran nulas y los muchos que murieron, sobretodo profesionales de la salud, fueron oscurecidos por las autoridades en el olvido, talvez más preocupados con la apología al fracasado sistema de salud cubano.
Esta nueva ley también exige que el Gobierno Nacional realice acciones para mejorar la salud emocional, laboral, preventiva y mental de los colombianos, especialmente de aquellos que enfermaron y sobrevivieron al Covid-19, así como para “el talento humano en salud que ha prestado servicios en primera línea durante la pandemia y su núcleo familiar”. Además, con esta nueva norma se autoriza invertir presupuesto en un producto audiovisual para varias plataformas, con el fin de “honrar la labor prestada por el talento humano en salud durante la pandemia”.
Todos hemos vivido la tragedia de la pandemia y «los muertos mueren cuando los olvidamos». No podemos dejar de recordar las miles de familia que no pudieron despedir sus seres queridos, que los vieron morir en una pantalla de celular, que no les fue permitido un funeral digno, que fueron llevados al horno crematorio o sepultado sin un responso y una oración. No podemos olvidar nuestros héroes, profesionales de la salud, que por cuidarnos se contagiaron y dieron su vida por sus pacientes, o que quedaron con sequelas permanentes, sobre todo psicológica, ante la impotencia de ver morir o de escoger a quien dejar vivir.
No podemos olvidar a todos esos seres de buena voluntad, voluntarios, religiosos, sacerdotes, obispos, familiares y gente de buen corazón, que no dejaron de acudir y ayudar a sobrellevar las dificultades inherentes a todas las consecuencias de la pandemia, sobretodo en la caridad y en el acompañamiento del doloroso duelo que tuvieron que enfrentar muchas familias. No podemos olvidar a todos los que quedaron con problemas de salud mental por el encierro, que se vieron afectados en su estado de ánimo y que perdieron las ganas de vivir.
Es un auténtico escándalo que se le dé tanto “cariño” a miembros de la primera línea judicializados de nuestro hermoso país y se tenga en el olvido a los que en la pandemia estuvieron en la primera línea para salvar vidas; que las autoridades colombianas nacionales y locales hayan olvidado u omitido tanto dolor, que no hayan tenido sesiones de recuerdo y homenaje a todos los que sufrieron y aún sufren las terribles consecuencias de la pandemia.
Terrible que no haya un reconocimiento y memoria a todos los que dieron su vida para ayudar a salvar la vida de los demás. “Los muertos mueren cuando los olvidamos”. Un pueblo sin memoria y sin gratitud, es un pueblo condenado a su propio olvido e ingratitud.