La familia es el grupo primario y fundamental de contención que tiene la sociedad. Sin ella, los niños, las niñas y los adolescentes carecerían del entorno que todo ser humano necesita para crecer con valores que permiten compartir la vida en comunidad. Pero debe reconocerse que guiar un hogar implica todo un desafío en tiempos en los que los cambios tecnológicos y la carrera por el consumo ponen en constante tensión la relación entre padres e hijos. Está comprobado que la ausencia de valores en la familia expone a niños, adolescentes y jóvenes a una mayor vulnerabilidad frente a, por ejemplo, cuestiones relacionadas con los consumos problemáticos.
Hoy en día se habla tanto de rescate económico, y muy poco del rescate de la familia y por ende de la sociedad. Somos todos conscientes que el mundo materialista de hoy de filosofía neoliberal se preocupa demasiado con la dialéctica producción y consumo, acompañada de una deshumanización del trabajo porque los que cuenta es el producto.
Muchas veces nos proponemos asuntos laborales, personales, proyectos y objetivos hacia ciertas áreas específicas de nuestra vida. Y eso está muy bien! Sin embargo, tenemos que considerar también, que nuestra familia, es y será una de las “empresas” o “alianzas” más importantes que debemos cuidar, valorar y hacer crecer, a veces la dejamos de lado por múltiples ocupaciones y porque quizá creemos que la tenemos “segura y bajo control”, pero es una de las áreas que más atenciones, cuidados, dedicación, esmero y amor se merecen de parte de cada miembro que la integra.
Dentro del mismo hogar somos islas, pues las tecnologías llenan el espacio de la ausencia de diálogo, de emociones, de atención y de amor. Sin dudas que la crisis de valores en los hogares está en raizada en la ausencia de valores espirituales que emanan de la oración en familia. Hoy en la gran mayoría de las familias dejamos entrar de todo, menos a Dios, y la oración familiar desapareció.
Tener la oportunidad de crecer en un hogar donde la oración es parte del día a día es una hermosa bendición. Su importancia, radica en el ejemplo de padres a hijos. Aprender a orar en todas las estaciones de la vida junto con la familia fortalece la unión y los vínculos familiares. La oración en familia brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con la Palabra de Dios.
Orar en familia es el fundamento mismo que la mantiene unida porque la familia que ora unida permanece unida y se llena de valores. Este principio espiritual, que implica la oración en el interior del seno familiar es un factor de cambio muy importante, que ayuda a superar los momentos difíciles y a distinguir el bien del mal. Una familia que se enfoca en tomarse tiempo de oración tiene unos cimientos que podrán sacudirse a veces, pero que resistirá todo lo que venga en contra. Las familias que tienen puesta su mirada constantemente y de forma sincera en el Señor, con devoción y humildad, experimentan su gran providencia. Rescatemos los valores espirituales de la familia para rescatar la sociedad.