No son secretos los escándalos del gobierno Petro. No aguanta uno más. Son agobiantes. Lo de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, que siempre al parecer ha sido un nido de corrupción, por todo lo que le endilgan incluido el doloroso episodio de la pandemia, y lo que ocurre hoy día. Es lamentable.
La desaprobación presidencial es constante en todas las encuestas. No es para menos. El cuento de la gasolina, la reforma tributaria de Roy Barreras, los despilfarros a diestra y siniestra, la falta de inversión y ejecución, que está en niveles vergonzantes. Ese es uno de los tantos motivos por lo que no circula el dinero.
Dice Efraín Cepeda, presidente del senado que hay 97 billones en bancos sin ejecutar, aún así esperan someter a todos los colombianos a una tributaria de 12 billones de pesos, con el paquito que solo afecta a los ricos. Los inteligentes son Petro y su combo. Los demás estamos pintados en la pared. Ahora grita que sin dinero se acaba el «cambio» de su gobierno. Llora y demás. Por supuesto, no se le cree. Queda más sólo que la COP 16, donde sus colegas presidentes no le acompañaron. No le creen.
Lo único bueno de tanto desastre de este gobierno, es que entre más hacen, más se alejan de permanecer en el poder, así sea botando para arriba los 97 billones a que hace alusión Efraín Cepeda. Petro y su combo, que viven en la burbuja de los avivatos aplaudidores, no van más al poder. Eso se les revienta con un Petro de por si roto. Se rompe Petro.
Un Petro que ni sus ministros lo respetan. Para la muestra un botón, con lo del regreso de Armando Benedetti, que sea dicho de paso, tiene más méritos electorales que muchos aneuronales lagartos de ese desastroso gobierno.
Todo esto que pasa en el desconcertante gobierno de Petro, nos aterriza reconociendo que el país no está para improvisar, menos de aprendizaje. Aquí se necesita un Francisco Santos presidente, con experiencia de sobra, ubicado en la realidad económica y de seguridad de esta tierra.
Un presidente como Petro, que arrastra un 60% de desaprobación, no tiene esperanza legal alguna de mantenerse en el poder en la próxima elección presidencial. Vive Petro su sueño. Que lo viva. En las urnas se despierta.
Hala y hala la pita Petro del bolsillo de los colombianos, con la comida, transporte, peajes, universidades, salud, nada le es suficiente. Esa pita la revienta. Solo es de tiempo. Aquí nadie aguanta más. Que decir de la paliza mortal e inmisericorde que le da Petro a la clase media, la cuál no aplica a subsidios ni es rica. Está en el limbo. Desconoce Petro que la clase media es el motor de la economía integral y promueve e impulsa los cambios. Es precisamente esa clase media la que le va a pasar factura de cobro, con gran incidencia en el pensamiento global que se concreta en el voto popular. Aquí no hay más Petro. El país lo tiene claro, el tiempo de improvisar pasó. El equilibrio está en integración popular espontánea, con experiencia ejecutoria. Nada más que agregar.