UN LOBO FEROZ DISFRAZADO DE PASTOR | Este 18 de junio de 2025, el presidente Gustavo Petro designó a Alfredo Saade Vergel como su jefe de Gabinete, un rol informal pero simbólico dentro del Pacto Histórico. La jugada política, lejos de ser un acto técnico, renueva un patrón donde lo ideológico y lo práctico colisionan de forma peligrosa: un supuesto “cristiano progresista” que se opone al aborto, al matrimonio igualitario y que ha abogado por cerrar el Congreso, asoma como consejero del presidente.
¿Quién es Saade, realmente? Abogado de la Universidad Libre, con especialización en gerencia pública, Saade no es un pastor reconocido ni tiene congregación registrada. La Asociación de Ministerios del Evangelio y la Confederación Evangélica lo califican como “falso pastor” y “no pastor”. Su perfil político es ecléctico: pasó por Cambio Radical, pidió cabida en el Centro Democrático (al cual tildó luego de “nido de ratas”), y acabó participando como precandidato por el Pacto Histórico en 2022, donde sacó apenas 21.660 votos. Todo indica que su carta de presentación ha sido más práctica que ideológica, un nómada político que utiliza etiquetas religiosas y modus pragmáticos para sostener aspiraciones personalistas.
Posiciones radicales y declaraciones incendiarias. Las declaraciones de Saade han sido explosivas. En junio de 2023 pidió cerrar el Congreso si este no avalaba las reformas presidenciales, e instó a convocar a una asamblea constituyente por decreto. También defendió, o al menos exaltó, ideas radicales como censurar medios de comunicación: “suspender … Twitter al menos seis meses”. Lanzó una supuesta alerta de atentado contra Petro denunciando envenenamiento y se presentó incluso como contacto de Elon Musk para eliminar cuentas opositoras. Aún más curioso fue su “ritual profético” contra el COVID‑19, donde cortó una pelota plástica para “secar” el virus por mandato divino. Sus posturas contra el matrimonio gay, el aborto y la legalización de la marihuana lo sitúan en la tradición conservadora más dura.
¿Qué aporta… y qué quita?
Aporta:
- Una base de presión en el sector cristiano conservador, útil para Petro en escenarios de consenso.
- Habilidad para movilizar pastores y redes religiosas, especialmente en regiones tradicionalistas.
- La narrativa de “cristiano progresista” puede ofrecer al presidente una carta para suavizar su imagen entre religiosos.
Quita:
- Credibilidad: su falta de reconocimiento formal por las organizaciones religiosas socava su legitimidad como vocero.
- Coherencia interna del gabinete: su nombramiento refuerza el señalamiento de burocracia variable, poco técnica y politizada.
- Equilibrio institucional: su discurso autoritario tensiona la división de poderes, debilitando la democracia.
¿Es idóneo para el puesto? Las credenciales técnicas de Saade son débiles. A pesar de su especialización y roles públicos, no hay evidencia de experiencias exitosas en gestión de crisis, coordinación de gabinete o políticas de mediano plazo. Su vínculo con contratos cuestionados en la UNGRD y el fallido Instituto de Gestión del Agua en La Guajira suman dudas sobre su capacidad ejecutiva. Este es un nombramiento político más que profesional, cuya idoneidad depende de la visión de Petro sobre lealtad y representación, no de meritocracia ni rendimiento.
¿Pastor o actor político? En redes y medios, Saade se autodenomina “pastor”; sin embargo, carece de membresía registrada y respaldo eclesial. Su posición ante sectores cristianos oficiales es irrelevante: no lo consideran vocero legítimo, tachándolo de “falso pastor” impulsado por intereses políticos. Sus alianzas parecen más estratégicas que espirituales, su discurso, una prenda fácil de calibrar en función del momento.
El nombramiento de Alfredo Saade como “Jefe de Gabinete” representa, más que un giro institucional, una señal: Petro refuerza su apuesta por lo simbólico y lo ideológico, recurriendo a figuras que encarnan su narrativa del cambio radical. Pero, como el pastor que oculta un lobo bajo su toca, Saade encarna contradicciones: no tiene pastorado reconocible, su historia política es múltiple, sus declaraciones alternan entre lo radical y lo teatral. Más que estabilidad, ofrece espectáculo; más que gestión, fuerza narrativa. El circo presidencial se completa, pero Colombia exige resultados, no prédicas proféticas.