Se pronunció el expresidente Álvaro Uribe respecto a las directrices que debe seguir el Centro Democrático después del vil y repudiable asesinato de Miguel Uribe Turbay. Descartó la posibilidad de acoger en la consulta, entre otros, a Juan Carlos Pinzón Bueno, que no es “ni chicha ni limoná”. Capítulo cerrado.
El lujo que no se puede dar el Centro Democrático —es decir, Álvaro Uribe— es eliminar la probabilidad de ganar las elecciones por meros formalismos internos. Si el mismo día en que legalmente se pueda inscribir un candidato del propio Centro Democrático, con todas las de ganar, pero que no ha estado en el proceso de consulta, resulta necesario postularlo porque tiene el perfil y es ganador, entonces eso va. No se trata de irrespetar a los demás aspirantes del Centro Democrático, sino de pensar en el país y anteponer los intereses de la nación a los particulares. Si se presenta esa situación y no lo hacen, significará que no es real la intención de actuar en favor de Colombia, sino pura habladuría y ego. Lo que sí está claro es que debe ser alguien del propio Centro Democrático.
En su discurso, Álvaro Uribe no mencionó a la cónyuge de Miguel Uribe, María Claudia Tarazona, fiel compañera y con todos los derechos a opinar. Uribe la ignoró.
Ante todo lo que vive el país, nadie puede desconocer la trayectoria de Francisco Santos, exvicepresidente de la República, quien está preparado para gobernar y tomar el rumbo de este descuadernado país. Lo conoce de principio a fin. No es persona de odios, sino de posiciones. Tiene su electorado propio, y sumado al del Centro Democrático y posibles coaliciones, hay presidente, sobre todo porque garantiza estabilidad política. Es honesto. Aun sin ser candidato presidencial, genera emociones y se compromete con propuestas de educación al cuadrado, así como en combatir la innegable desigualdad. Por supuesto, propicia espacios de desarrollo y entendimiento, teniendo como uno de sus pilares la seguridad. Eso es pensar en el país.
Francisco Santos irradia ilusión cuando se refiere a la golpeada clase media, incentivando oportunidades de formación y fortalecimiento empresarial en ella, que es un semillero de esperanza. Propone aliviar la insostenible carga tributaria con la que el gobierno de Petro, con sevicia, se ha ensañado hasta asfixiar el motor de la producción y de los cambios que representa la clase media colombiana. Tanto impuesto, para que al final terminen beneficiados los escogidos por Petro, como Olmedo López, haciendo de las suyas. No hay derecho.
La onerosa gasolina golpea a todos, y no precisamente a los pocos poseedores de camionetas de cuatro puertas, sino a la gran mayoría de quienes tienen un modesto carro o, con sacrificio, adquieren su moto a punta de paga diario. Ellos no se desplazan en camionetas de lujo como sí lo hace Petro desde hace años.
Las clases media y baja son las que reciben el verdadero golpe del precio de la gasolina, que sin miramientos les impone Petro. Es a ellos a quienes dirige Francisco Santos su mirada: acabar con la desigualdad y comprometer al gobierno en sus funciones, que no son de limosna, sino de generación de oportunidades. Se preocupa por el país y aún no es candidato.
¿Qué espera el Centro Democrático para llamar a Francisco Santos a organizar esta nación? Que demuestre el presidente Uribe que no se trata de habladuría, oportunismo ni interés personal, sino de pensar en Colombia.



