El único que está hablando de país y tiene con qué hacerlo es el ex vicepresidente de la República, Francisco Santos. Los demás están metidos en unas infantiladas que dan pena ajena.
Vergüenza da este «Petroskilo» gobierno, con actos como el que le hizo públicamente al, de por sí, payaso Gustavo Bolívar —sea dicho de paso, deudor del hijo de Bruno Díaz, joven que terminó suicidándose—.
Igual vergüenza da la oposición, cuyo tema principal de debate es si el impuntual y embustero presidente Petro dijo «hijueputa» o «HP».
A esto se le suma una prensa nada objetiva, que tiene gas en el cerebro, al punto de gastarse una portada, como lo hizo la revista Semana, para cubrir una —inventada o cierta— pelea entre el presidente de la República «…y una subalterna que bien pudo aparecer en la sección de chismes de Darcy Quinn, o incluso en los de Vicky Dávila, ahogada desde antes de lanzarse a la presidencia, y que se dedica a ver de qué color se pone los zapatos Petro para, desde allí, estructurar su programa de gobierno.
Qué decir de la posible «varetera», camaleónica precandidata, y del que quiere vivir del magnicidio de su padre, sin contar al que ni la pinturita le alcanza para tapar su corrupción, amén del desubicado, cual ratero honrado, que para ver ballenas, búsquenlo. ¡Vaya país de pícaros!
Tenemos a una mayoría de la oposición que lo que está es huérfana de contratos, pensando en Uribe día y noche, como si no existiera más gente en este vasto territorio.
Mientras tanto, una excelencia como la de País Libre, Francisco Santos, es caricaturizada, le muestran el coco del criminal Mancuso y le restriegan el apellido Santos, queriendo satanizarlo. Ni la caricatura, ni Mancuso, ni el apellido aculillan a un grande, sin tanta pendejada, para que gobierne este país como debe ser. Un país para todos.
A SANTOS —y lo escribo así, porque no se le tiene miedo a la satanización del apellido— le cabe el país en la cabeza. Se identifica con verdaderamente combatir la desigualdad.
Hay incluso un precandidato presidencial cual niñito de títere consentido, que «su pariente», Uribe, quiere colocar como presidente. Claro: esa fuerza no la hay. Si una esperanza tiene Colombia, es Francisco Santos PRESIDENTE. Lo demás es loma.
La oposición y el gobierno han demostrado que no sirven para nada. Al país hay que rescatarlo con la libertad de quien ha dado cátedra de lo que significa un País Libre. Eso es lo que necesitamos: un país hijueputamente libre. Que respete a la gente, sin desconocer la autoridad. Que piense y luche por mejores condiciones para todos, como lo hizo desde la fundación País Libre. Que luche por liberarnos del secuestro de quienes lo quieren todo egoístamente solo para ellos, y dejan a los demás como esclavos levantados a cocotazos.
Necesitamos la libertad de la niñez, de los jóvenes, de los ancianos, de Colombia entera, vilmente secuestrada por un inepto gobierno y una oposición con ansias de ir por lo que creen suyo y no del pueblo, quedando bien definidos, unos y otros, como lo que son: pacotilla.



