Lo conocí un día en el estudio de una emisora, cuando Gustavo Bolívar lo llevó a mi programa Sucre Noticia, junto a mi compañero Edwin Arrieta Baquero. Al finalizar la entrevista, usted afirmó que el Gobierno Central no miraba hacia la región Caribe, pero que con su llegada a la Presidencia todo cambiaría.
Hoy, sin embargo, sentimos una extraña sensación. Usted, siendo costeño, y su distinguida esposa, la señora Verónica Alcocer, oriunda de Sincelejo, aún no han dejado una huella visible en nuestro territorio.
Quisiera llamar su atención sobre algunos puntos esenciales: Tolú, Coveñas y los Montes de María, donde se encuentran municipios como Ovejas —sede del famoso Festival de Gaitas Francisco Llirene—, así como Colosó y Chalán.
Tolú, devastado por la corrupción, es un pueblo que, a pesar de tener mar, perdió sus playas en el frente urbano. Ni siquiera se promocionan las playas de El Francés y Palo Blanco, por lo que el turismo nacional se dirige a Coveñas, y el internacional brilla por su ausencia.
En contraste, el alcalde de Ovejas, Mario Ricardo Rodríguez, ha adelantado una buena labor: ha recuperado calles y está construyendo un hospital con una inversión superior a 25 mil millones de pesos. Mientras tanto, Chalán y Colosó sufren con vías terciarias destruidas, sin intenciones claras de recuperarlas.
El alcalde de Sincé, Andrés Aldana Padilla, ha embellecido su municipio, mejorando calles y parques. Pero en San Benito Abad la situación es lamentable: ni el mismo Cristo Milagroso ha evitado que se dilapiden los presupuestos municipales. Manuel Cadrasco ha sido tres veces alcalde, y su cuñado, Francisco Tomás Martelo, dos veces.
Sincelejo, nuestra capital, parece detenida en el tiempo. Sus habitantes se muestran resignados, sin protestar ante administraciones que poco han dejado como legado. Las pocas excepciones son el Teatro Municipal, la Plaza de Majagual —tan mencionada por el gran Joe Arroyo— y el edificio de la Alcaldía.
El subdesarrollo en Sucre es evidente: municipios enteros con necesidades básicas insatisfechas y comunidades que parecieran vivir en el siglo XIX.
Señor Presidente, antes de que finalice su mandato, me gustaría que visitara Sincelejo, San Benito Abad y, si me lo permite, lo acompañaría personalmente a San Onofre, tierra de mis ancestros, para que constate de primera mano lo que significa la pobreza extrema: familias para las que el dinero no alcanza ni para tres comidas al día.
Me despido con admiración y afecto.



