Este mundo ha perdido de todo. No vamos a tapar el sol con las manos. Si esto venía malongo, después de la pandemia quedó peor. La exageración de muertos nos llevó a la normalización de los fallecimientos, aumentando la insensibilidad y la tolerancia a ellos. De allí a presentar conductas de alegrarse porque asesinen a un colombiano, está en las líneas de comportamiento sicópata.
En Sincelejo pasa algo de ese estilo. Algunos contradictores del alcalde de Sincelejo, Yahir Acuña, pareciera que apuestan a que fracase la obsesiva política de seguridad. A mí no me importa si les cae bien o no el mandatario, si les cumplió o no, ni sus intereses políticos; solo evalúo que ha salvado vidas con su política de Sincelejo Ciudad Segura.
Estadísticamente, hacia los dos años de mandato, aproximadamente doscientas personas —estoy seguro que casi todos jóvenes— no están en el cementerio por las medidas de seguridad de la administración sincelejana.
Madres que no han enterrado a sus hijos, e hijos que hoy no son huérfanos.
Sin embargo, eso le hiede a unos depravados mentales que están a la espera de un asesinato en la capital sucreña para salir a saltar más que los del Bayern de Múnich con el gol de Lucho Díaz. No es normal. No lo es. Aquí y en la Patagonia.
Critiquen y denle palo al alcalde en lo que, argumentada o infundadamente, les provoque. Pero en lo de la vida, la seguridad de los habitantes y transeúntes de Sincelejo —donde las cifras positivas hablan por sí solas— no hay derecho. No respaldaré esas posiciones de gallinazos jamás. ¡Jamás!
Cualquiera, por circunstancias impredecibles de la vida, hemos podido ser de los salvados por Sincelejo Ciudad Segura, que sí se ha implementado con resultados tangibles. ¿Cómo es posible que por dar fresco a la lengua o destruir al otro no seamos capaces de unirnos por un Sincelejo seguro y echar pa’lante Sincelejo?
Crecer sin un padre porque a algún desequilibrado mental se le antojó arrebatarle la vida no es un juego, sino un serio cambio de rumbo para muchos. Con la alcaldía de Acuña son multitud los que, en vez de llevar a sus padres a llorarlos a la tumba, se cobijan todos los días porque alguien se preocupó por la seguridad de una ciudad.
El único camino correcto es ayudar a afianzar la seguridad de Sincelejo, que sí ha mejorado —distinto a lo que ocurre en el resto de Sucre— con una reducción de más del 70% en homicidios. ¡No es carreta!
¿Acaso quieren ver las familias descompletas, los cementerios repletos y las floristerías con existencias agotadas, no precisamente por el Día del Amor y la Amistad?¿Es eso lo que quieren? ¿La imagen de una impotente madre abrazando en el suelo el cadáver de su recién abatido hijo? ¿Quieren eso? ¡No todo vale!
Como médico y ciudadano que se preocupa por la vida, sí agradezco al alcalde Acuña que se haya obsesionado en salvar vidas. Sí que lo ha logrado. Si los detractores, por simple capricho, le apuestan a la muerte, clasifican perfectamente en el ítem de sicópatas o “normales” sin perdón de Dios, que es peor aún. Su mandato no es perfecto, alcalde, pero no dudo que Dios observa y premiará su gestión de vida, de salvar vidas. ¿Quieren más?



