Con los primeros rayos de luz que bordean el horizonte de la sabana sucreña y luego de bañarse con el agua de lluvia acumulada en un viejo tanque de cemento, inicia la travesía el valiente de nuestra historia quien debe dirigirse desde la vereda “playón viejo” hasta la escuela de Sincelejito donde en medio de unos cuantos pupitres quiere labrar su futuro como escritor.
A lomo de caballo y atravesando viejos terraplenes con olor a estiércol, olvido y nostalgia recorre los 20 kilómetros que separan su pequeña choza del único centro donde se imparte educación básica. Si tiene suerte recibirá las clases completas porque a varios de sus profesores les adeudan el salario y además está arrancando el invierno y la fuerza del Caño de Rabón reclama su cauce convirtiendo los viejos caminos reales en ríos de fango.
Recuerda que en las épocas de elecciones llegaron representantes del alcalde y su comitiva prometiendo arreglar por enésima vez el puente sobre el caño donde más de una vez su caballo ha caído al piso al resbalar de las improvisadas tablas que sirven como soporte al viejo elefante blanco que en el papel ha sido construido por varias administraciones locales y hoy es un peligro para los niños que diariamente deben arriesgar su vida al tratar de llegar al colegio.
Las dificultades que viven los niños de la Región Mojana para logar acceder a un espacio de educación son fruto de la corrupción que por años ha carcomido esta región de Colombia. Por mencionar algunos de las perlitas tenemos al ex alcalde responsable de llevarse al “dril” unos $500 millones en un contrato para la enseñanza del idioma inglés a niños de escasos recursos económicos.
Sucre es uno de los departamentos con mayor índice de analfabetismo, abandono escolar temprano y embarazos adolescentes a nivel nacional, pero eso no tiene relevancia en un territorio donde otro famoso mandatario guardó en sus arcas más de $200 millones disfrazados en el impulso a la práctica deportiva, las manualidades y desarrollo de estrategias de convivencia y cultura ciudadana.
Cuando en el mes de diciembre recorro los hogares de este paraíso natural y escuchó las historias de los campesinos y sus familias, logro entender de primera mano porque existe tanta aversión y falta de credibilidad con los líderes de nuestra tierra, los cuales, no utilizan la política en busca del progreso de sus comunidades, sino más bien, como una herramienta para acabar con el futuro de la población a través del hurto de los bienes públicos.
En muchas de mis columnas he expuesto la situación de los niños de Sucre y la prevalencia de índices elevados de desnutrición y retraso escolar resultado de los factores biopsicosociales que interactúan en un circuito cerrado de corrupción, falta de empatía y desfalco de los bienes comunitarios.
La intervención de las entidades gubernamentales aunque lenta ha dado algunos pasos al lograr captar aquellos clanes que por años han hecho de esta zona un fortín de elefantes blancos donde en medio de la cultura “mamagallistica” y folclórica se ha destruido el futuro de las nuevas generaciones invirtiendo los recursos en colegios a los que no asisten los alumnos, hospitales sin enfermos o vías por la que no transitan vehículos, mostrando la cara más amarga de un país que es indolente ante la ineficiencia y la corrupción.