El debate sobre si es viable seguir invirtiendo dinero público en un equipo que no está a la altura de las expectativas de su hinchada se hace cada vez más fuerte. A pesar de contar con el apoyo del gobierno local, la situación está comenzando a cuestionar la legitimidad de un proyecto que no parece corresponderse con el compromiso que la afición cartagenera merece.
La famosa expresión de que «no se justifica seguir gastando pólvora en gallinazos» empieza a resonar más fuerte en los círculos cercanos al club, que ven cómo el dinero de los contribuyentes podría estar siendo mal invertido si el rendimiento del equipo no mejora.
La derrota por 5-1 del Real Cartagena en Villavicencio ante Llaneros FC no solo es un golpe doloroso en el marcador, sino una crisis que amenaza seriamente las aspiraciones del equipo de regresar a la primera división del fútbol colombiano. En una noche que comenzó con grandes expectativas, el equipo cartagenero sufrió una humillante goleada que deja en evidencia las profundas deficiencias en su estructura defensiva y su capacidad para enfrentar momentos de presión en los cuadrangulares semifinales del Torneo BetPlay.
Desde el primer minuto de juego, el Real Cartagena mostró una alarmante falta de solidez defensiva, lo que permitió que Llaneros, un equipo sin grandes figuras individuales, aprovechara con facilidad los espacios dejados por los cartageneros.
El primer gol de la noche fue un golpe psicológico que desestabilizó al equipo, pero lo más preocupante fue la incapacidad para reaccionar. A lo largo del encuentro, la defensa cartagenera pareció un colador, con errores de marcaje y coordinación que le costaron caro. El segundo gol de Llaneros, rápidamente seguido por el tercero, dejó claro que la falta de concentración y la fragilidad defensiva eran el principal obstáculo para cualquier intento de remontar el partido.
Este tipo de errores no son exclusivos de un partido, sino que reflejan una estructura deficiente que ha sido recurrente en varias jornadas del torneo. Con un equipo vulnerable en el fondo, las esperanzas de obtener un ascenso empiezan a desmoronarse. En el fútbol, los equipos con defensas débiles son condenados a perder partidos importantes, y eso es precisamente lo que sucedió en esta ocasión. La goleada no fue un accidente; fue el resultado de una serie de errores tácticos y una mentalidad blanda ante la presión.
El técnico Sebastián Viera, tras el partido, intentó calmar a la afición con palabras de optimismo, asegurando que «esto no es normal» y que el equipo corregiría los errores. Sin embargo, sus declaraciones parecen más una defensa de su gestión que una respuesta efectiva ante la magnitud de la derrota.
Si bien es cierto que la derrota no define el ascenso, el daño psicológico y táctico que esta causa es profundo. El Real Cartagena no solo perdió en el marcador, sino también en su confianza, y ahora, más que nunca, necesita una respuesta contundente y urgente. Las palabras de Viera, aunque bien intencionadas, se sienten vacías si no van acompañadas de una acción real y efectiva para corregir los defectos que han sido evidentes durante todo el torneo.
La situación es aún más grave cuando se observa la afición cartagenera, que había apostado a este cuadrangular para finalmente lograr el ansiado regreso a la primera división. El apoyo de la hinchada es uno de los pilares del club, pero los cartageneros ya empiezan a cuestionar la actitud del equipo. Ver la derrota en las pantallas gigantes instaladas por la administración del alcalde Dumek Turbay solo acentuó el dolor colectivo. Muchos aficionados se preguntan si el club realmente está comprometido con sus expectativas y con la ciudad que tanto lo apoya.
Lo que parece ser una mala racha ahora se está convirtiendo en una crisis de confianza. El rendimiento del equipo ha sido inconsistente a lo largo del torneo, lo que plantea dudas sobre la capacidad de este grupo de jugadores y cuerpo técnico para manejar la presión en situaciones decisivas.
Para los aficionados más críticos, la derrota ante Llaneros resalta la fragilidad de un proyecto que, a pesar de tener un lugar en los cuadrangulares, sigue mostrando grietas serias en su rendimiento. La sensación de que el equipo no tiene lo necesario para afrontar la exigencia del ascenso se está instalando rápidamente.
Si el Real Cartagena no encuentra una respuesta táctica y mental a esta derrota humillante y no se reconstruye rápidamente, las aspiraciones de ascenso podrían esfumarse antes de lo que se espera.
La ciudad de Cartagena se merece un equipo que juegue con la pasión de su hinchada y con la seriedad de un club que aspira a recuperar el lugar que perdió en la élite del fútbol colombiano. Sin una reacción inmediata y contundente, el regreso a la primera división podría ser una utopía cada vez más lejana.