En el escenario político colombiano, donde la mayoría de los discursos se diluyen entre la demagogia y la superficialidad, resulta llamativo —y a la vez esperanzador— encontrar en el saludo de un candidato la condensación de un mensaje profundo y contundente. Abelardo de la Espriella, conocido popularmente como “el Tigre”, ha escogido un lema que trasciende la simple retórica electoral: “Firmes por la patria”. Una frase que, más allá de ser un eslogan de campaña, refleja una posición ética, cívica y patriótica que se conecta directamente con los valores de nuestras Fuerzas Militares y de Policía.
El concepto de estar “firmes” evoca disciplina, carácter y convicción. En el mundo castrense, el “¡firmes!” es mucho más que una orden: es un símbolo de respeto, de verticalidad moral y de la disposición a defender la patria sin titubeos. Con esta expresión, el candidato no solo se alinea con la tradición militar de Colombia, sino que también reconoce públicamente la importancia de una institución que ha cargado sobre sus hombros el peso de preservar la soberanía nacional y garantizar la seguridad de los ciudadanos frente a las múltiples amenazas que han intentado doblegar al país.
La propuesta implícita en su saludo no se limita a enarbolar la bandera de la defensa nacional; también se convierte en un compromiso de gobierno: fortalecer la mística, el respeto, la lealtad, la honestidad y el patriotismo, valores que históricamente han caracterizado a las Fuerzas Armadas. En tiempos en que otros sectores políticos han intentado debilitar y desprestigiar a la institución militar, resulta refrescante escuchar un mensaje que reivindica su rol como pilar de la democracia y garante de una paz real —no aquella construida sobre pactos engañosos o concesiones peligrosas a los violentos—.
De la Espriella no es ajeno a la polémica ni al debate público; sin embargo, lo que lo distingue frente a otros candidatos es su capacidad para presentarse con probidad y determinación. El “Tigre” no se esconde detrás de un lenguaje tibio ni de promesas vacías. Al contrario, con un mensaje tan directo como “Firmes por la patria”, se sitúa en la misma línea de los hombres y mujeres de uniforme, quienes entienden que la nación no se defiende a medias, sino con decisión absoluta.
Hablar de mística es hablar del sentido profundo de pertenencia a una causa superior. En la vida militar, la mística es ese motor invisible que impulsa al soldado a cumplir su deber incluso en las condiciones más adversas. Cuando el candidato recoge este valor en su discurso, reconoce que Colombia necesita líderes que sirvan con la misma entrega desinteresada con la que lo hacen los soldados y policías, quienes ponen en riesgo su vida por una bandera que nos cobija a todos.
El respeto, otro de los pilares, se traduce en la relación que debe existir entre el poder civil y la institución castrense. Reconocer la jerarquía, valorar el sacrificio y garantizar condiciones dignas para quienes sirven en el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía Nacional es una deuda histórica que ningún gobernante debería desconocer. Al situar este principio en el centro de su narrativa, Abelardo de la Espriella proyecta un liderazgo que entiende la diferencia entre mandar y gobernar, entre imponer y dirigir con justicia.
La lealtad y la honestidad, valores tan escasos en la arena política, adquieren aquí una relevancia superior. En un país marcado por la corrupción y las traiciones institucionales, hablar de lealtad no es un simple recurso retórico, sino un compromiso con la coherencia entre el discurso y la acción. Y hablar de honestidad implica prometer que la transparencia será la base del contrato social con los colombianos, del mismo modo que es la base del honor militar.
Finalmente, el patriotismo, valor que sintetiza a todos los anteriores, es el faro que ilumina este proyecto. No se trata de un patriotismo superficial de banderas y discursos, sino de un amor profundo y sincero por Colombia, que exige decisiones firmes y valientes para defender la democracia, garantizar la justicia y proteger la vida de los ciudadanos.
“Firmes por la patria” es, en últimas, una invitación a los colombianos a recuperar la confianza en un liderazgo que no se arrodilla ante los violentos ni se doblega frente a la adversidad. Es un recordatorio de que la política debe estar al servicio del país y no de intereses mezquinos. Y es, sobre todo, un mensaje que honra a quienes han vestido el uniforme, a quienes lo visten hoy y a quienes lo vestirán mañana, garantizando que Colombia siga siendo una nación libre y soberana.
En tiempos en que la desconfianza ciudadana hacia la política es evidente, el “Tigre” ha dado un paso adelante al enmarcar su propuesta bajo la lógica del deber y el honor. Y quizás allí radique su mayor fortaleza: en ofrecer a Colombia un liderazgo firme, como el saludo de un soldado; como la voz de mando que no titubea; como la convicción de que aún es posible rescatar la grandeza de nuestra patria.