Cuando pase esta Pandemia, deseo que Dios nos inspire a regresar renovados, como mejores seres humanos; no podemos regresar a la cotidianidad de antes; el mundo debe cambiar; debemos ser capaces de transformarnos para bien.
Basta revisar cualquier proceso de política o de convivencia antes de la pandemia, y compararnos, ahora cuando nos respira en la nuca. En cualquier trabajo, en cualquier circunstancia de la vida como obreros, profesores, desempleados, o informales, como profesionales, empresarios, dirigentes, gobernantes, como padres de familia, como hijos, como labriegos, como alumnos, como simples rebeldes o bandidos, como huraños, zánganos o ermitaños, debemos cambiar la forma de ver el mundo y nuestras vidas.
La Pandemia, obligó a poner sobre la mesa todos los problemas de la humanidad: sus egoísmos, sus intereses, sus angustias, sus debilidades, sus potencialidades, su nobleza, sus dones de caridad y solidaridad. Todo lo bueno y todo lo malo, han sido exhibidos como en una feria de libros abiertos.
El planeta también nos ha permitido apreciar que la naturaleza es potente y que se puede recuperar de la depredación que producen las manos del hombre; que su singular belleza, florece, allí donde no existen seres humanos. Un campesino de la alta montaña, me contaba que en Montes de María existían tigrillos y jaguares; los infantes de marina, a finales de los años 90 veían venados en la montaña y junto al Magdalena.
Pero la buena noticia que nos deja la Pandemia del Covid-19, es que los bosques dadores de vida, las praderas llenas de sonidos imperturbables, poseen una resistencia increíble, porque son el fruto de la Creación. Aves, mamíferos cuadrúpedos, peces, insectos, playas, corales, montañas, bosques, polos, casquetes, cumbres de hielo, hasta el aire que respiramos hoy es más libre; no hay pesca desmedida, no se escucha el tiro del cazador furtivo, que mata las aves intercontinentales que llegan hasta las ciénagas de Zambrano; hemos visto que la naturaleza se renueva, se complace en el respeto, en el orden, con lo limpio, y ella espera, que nosotros hagamos lo mismo.
Es quizás la mayor enseñanza de esta tormenta; que la vida renace allí, donde no se encuentra el mayor depredador: nosotros; por tanto, no podemos regresar a seguir haciendo más de lo mismo, porque seguiremos produciendo más de lo mismo.
La vida debe tomarse más en serio; volver a hacer ruido, mugre, animar pugilatos, imprimirle frenesí sin freno a nuestras actuaciones, retomar el jolgorio, la barahúnda, la guachafita, el irrespeto, la chacotica, la parranda, la rumba, la irreverencia sin límites del avivato, nos deja en el mismo país de antes, nos hace tercos y temerarios.
Es momento de llamar a la cordura, a cumplir más con nuestros deberes, con nuestras obligaciones, a quejarnos menos, y agradecer más.
El mensaje es: cuando termine esta cruel tormenta, hay que llevar a la práctica todos los aprendizajes que nos deja la Pandemia, en nuestro relacionamiento con el planeta, con la naturaleza; reafirmar, replantear nuestros deberes como seres humanos, nuestras responsabilidades en función de una vida más armónica.
Les propongo como ejercicio, que hagamos una lista de las cosas que nos comprometemos a cambiar cuando nuestro país comience a resurgir de las cuarentenas. Yo quisiera:
Que no salgamos a producir tanto ruido. Que durante los conciertos y parrandas que perturban la naturaleza y la gente que no asiste a esos escenarios, solo escuchen el ruido, quienes pagan o están invitados; millones de personas amamos el silencio, y el orden.
Que los alcaldes y gobernadores, lleven bienes y servicios a sus municipios, a las veredas y corregimientos, que construyan amplios andenes, caminos, senderos y alamedas seguras, cubiertas de naturaleza; yo deseo caminar entre Morroa y San Basilio, por un sendero lleno de historias, y de sonidos.
Que todas las medidas implementadas para fortalecer los sistemas de salud y el bienestar de los más vulnerables en esta coyuntura, se conviertan en políticas de Estado por siempre.
Que las autoridades, las empresas, los ciudadanos, no permitan que un gramo de basura, o que una gota de agua sucia se deposite sobre las quebradas, o los ríos de nuestros campos y ciudades.
Que sea obligación perentoria, retomar las clases de urbanidad, ética y cívica, en los colegios y universidades; que rescatemos el valor de la familia, los principios, los valores democráticos y cristianos.
- Por: Rafael Alfredo Colón Torres / General de Infantería de Marina, de la reserva activa de las Fuerzas Militares de Colombia.
- Excomandante de las Fuerzas Especiales de la Armada de Colombia, de la Primera Brigada de Infantería de Marina en Montes de María, Agregado Naval en Perú, Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Conjunta de Acción Decisiva y excomandante de la Fuerza Naval del Sur.
- Exdirector de los programas contra los Cultivos Ilícitos y del programa Acción Integral Contra Minas Antipersonal, de la Presidencia de la República.
- Exdelegado de la subcomisión técnica de Desminado Humanitario en la mesa de negociaciones de La Habana, entre el gobierno de Colombia y las guerrillas de las Farc.
- Premio nacional Liderazgo por La Paz año 2015.