El papa Francisco anunció el pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el inicio de un Año Jubilar dedicado a San José que finalizará el 8 de diciembre de 2021. En sintonía con este anuncio, el último domingo de 2020, fiesta de la Sagrada Familia, el Santo Padre convocó un año especial dedicado a la familia que comenzó ayer 19 de marzo.
El Año Jubilar de San José coincide con el 150 aniversario de la declaración firmada por el beato Pío IX que declaraba a este como Patrono de la Iglesia Católica. Para profundizar en la figura del padre de adoptivo de Jesús, el papa Francisco ha publicado la Carta Apostólica, Patris Corde —Corazón de padre—, en la que explica que «San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación».
A la publicación de esta Carta Apostólica y el anuncio de este Año Jubilar, se suma la convocatoria de un año especial dedicado a la Familia con motivo del quinto aniversario de su segunda Exhortación Apostólica, Amoris Laetitia, publicada en 2016. Este año comenzará el propio día del aniversario de la exhortación, el 19 de marzo de 2021 —solemnidad de San José—, y se clausurará con el X Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Roma en junio de 2022.
San José es un santo de constante actualidad. Porque es definitivamente un optimista. Un hombre para quien no importan las apariencias, sino que se refugia exclusivamente en la voluntad de Dios. No quiere decir que no tuviera miedo, aunque Francisco prefiere hablar sabiamente de “valentía creativa”. Sí, tuvo miedo, pero confió. Se abandonó a la voluntad del Dios que lo puede todo.
El documento “Patris Corde” destaca muchas características más propias de la personalidad y la actitud de José. Es padre trabajador y obediente. Trabaja desde la sombra, sabiendo ceder el protagonismo a Jesús y a su Madre María. Pocas cosas hoy se echan en falta tanto como la labor callada y fuera de los focos. Esa asunción voluntaria de la tarea encomendada sin buscar la publicidad, el éxito mundano ni el reconocimiento es realmente digna de admiración. Personalmente me conmueve. Y me lleva a plantear mi vida desde otros parámetros. Decididamente, San José es un grande de la historia.
Y precisamente su grandeza radica, no en sus muchas y alabadas cualidades, sino en que Dios escogió a José para la más delicada misión: cuidar de sus tesoros, Jesús y María. Por eso, iconográficamente, San José, con su vara, ocupa el vértice de las imágenes de la Sagrada Familia. Sin José, Jesús y María no integraría esta Santa Familia que inspira a todos los laicos que vivamos nuestra vocación desde el matrimonio y la familia.
El año que el Papa quiere dedicar a la familia coincide con la esperanza del fin de la pandemia con la llegada de la vacuna. De hecho, durante la pandemia, la familia, con todas sus limitaciones, demostró ser la realidad más sólida: fue capaz de consolar y acompañar a muchos en una situación tan dramática. En este sentido, hay una lección que debe ser aprendida. El drama de la pandemia nos ha enseñado que nadie se salva solo y que todos nos necesitamos, empezando por la familia. Esta experiencia, por su carácter dramático, es una gran lección que nos ayuda a comprender mejor el valor de la familia tanto para la Iglesia como para la sociedad.