Hoy quiero compartir un tema que me llena el corazón de alegría, una verdad tan real, tan sagrada y tan valiosa. Me refiero al poder de Cristo, a su gracia, a su misericordia.
Nuestra vida está llena de situaciones complejas, hay cosas que nos ponen a dudar si Dios está con nosotros, si está observando como nos trata la vida, si se percata de nuestras lágrimas, de nuestros sufrimientos.
Y bueno, aunque somos conscientes de que muchas de las cosas que nos acontecen son producto de nuestros actos, de nuestras decisiones, consideramos indispensable que Dios resuelva nuestras embarradas. Muy apesar de ese sutil descaro, la buena noticia es que Dios escucha nuestra oración, dice un adagio popular. «La única oración que Dios no escucha, es la que no se hace».
Dios escucha nuestras oraciones, el está atento a nuestras necesidades y nuestros problemas. Dice el salmo 33 «si el afligido invoca la Señor, el lo escucha».
Tú que hoy pasas por una situación difícil, si estás atravesando un problema que crees que no tiene solución, si has recibido un diagnóstico que dice ser definitivo, si la situación económica está asfixiandote y roba tu tranquilidad. Es momento de que invoques al Señor, que eleves súplicas llenas de esperanza, con un corazón abierto a realizar la voluntad de Dios. Ábrete a la acción del Espíritu Santo, permite que el haga nuevas todas las cosas en ti (Apocalipsis 21,5).
Ten en cuenta que el poder de Dios es eterno, que su misericordia llega a sus fieles de generación en generación, y que actúa en todo corazón contrito, dispuesto a dejarse transformar. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. (Hebreos 13,8), el mismo que en el pasado, cuando caminaba junto al pueblo de Israel y sano a los enfermos, devolvió la vista a los ciegos, hizo a los sordos oír, el que levantó al paralitico e incluso resucitó a muertos, es el mismo hoy, con el mismo poder, por eso no dudes en abrir tu corazón y presentarle tú vida, entregarle tus cargas y necesidades, créeme, por vivo testimonio puedo indicarte que el responde.
Es cierto que muchas veces podemos distraernos por los acontecimientos presentes, las circunstancias son tan difíciles, que no nos dejan meditar y discernir con esperanza respecto a las promesas del Señor, dice la palabra en Hebreos 10,23 «mantengamos firme la esperanza, porque fiel es quien ha hecho la promesa». Tú eres testigo del poder de Dios, tú eres su hijo predilecto y en ti se complacerá.
Aprovecha este tiempo de Cuaresma para abrirte a la acción del Espíritu, permítele y permítete coincidir en la oración, esa es la llave al corazón de Dios (Pío de Pietrelcina). Ora, ora sin cesar, y ante todo, con fe y esperanza. El te escucha, está siempre dispuesto a inclinar su oído a tu voz. Debes ser valiente, debes tener la coraza de un hijo de Dios, confía plenamente en la misericordia que de el emana, no te dejes llevar por la desesperanza y el silencio ensordecedor que a veces agobia a los que esperamos en Dios.



