Cada 29 de septiembre, el rugido de los motores rompe el silencio del cielo colombiano y el horizonte se llena de helicópteros que dibujan libertad y orgullo nacional. Es el Día del Arma de Aviación del Ejército Nacional, una fecha que trasciende el calendario para convertirse en un homenaje a más de un siglo de historia, sacrificio, innovación y servicio a la patria desde las alturas.
La historia de la aviación militar del Ejército comenzó el 31 de diciembre de 1919, cuando el presidente Marco Fidel Suárez sancionó la Ley 126, que dio vida oficial a este componente estratégico. Su semilla, sin embargo, había sido plantada años antes, en 1916, con la formación de oficiales colombianos en Europa, pioneros de un sueño que pronto levantaría vuelo desde la Escuela de Aviación en Flandes (Tolima), convirtiéndose en la quinta arma del Ejército.
Pero como toda gran historia, tuvo su pausa. En 1944, con la creación de la Fuerza Aérea Nacional (hoy Fuerza Aeroespacial Colombiana), los recursos aéreos del Ejército fueron transferidos a la nueva entidad. Aunque parecían haberse apagado sus motores, el espíritu de vuelo nunca dejó de latir. Durante las décadas de 1970 y 1980, oficiales y suboficiales continuaron su entrenamiento, preparándose para el momento en que la aviación del Ejército volvería a surcar el cielo.
Ese momento llegó el 25 de agosto de 1995, con el Decreto 1422, que reactivó oficialmente el Arma de Aviación del Ejército. El país enfrentaba los años más intensos del conflicto armado interno y necesitaba movilidad, rapidez, cobertura aérea y capacidad de respuesta inmediata.
El nuevo vuelo comenzó con la adquisición de helicópteros UH-60L Black Hawk y Mi-17 IV, aeronaves que marcaron el inicio de una era de transformación operativa. En 1997 nació el Batallón Aerotáctico, hoy Batallón de Helicópteros, y más tarde el Batallón de Transporte Aéreo, unidades que se convirtieron en el corazón del despliegue aéreo militar.
El gran salto llegó en mayo de 2010 con la creación de la División de Aviación Asalto Aéreo (DAVAA), que unificó bajo un mismo mando a las Brigadas de Aviación, Fuerzas Especiales y la Brigada contra el Narcotráfico. Su misión: ejecutar operaciones tácticas, asaltos aéreos, apoyo logístico, misiones humanitarias y rescates en territorios donde el acceso terrestre es imposible.
La creación de la Escuela de Aviación del Ejército (2003) fortaleció este desarrollo, formando a los soldados aviadores, pilotos y técnicos que hoy combinan tecnología, disciplina y doctrina al servicio del país.
Hoy, el Arma de Aviación del Ejército es una fuerza táctica decisiva en el campo de batalla y una herramienta vital en la vida civil. Su alcance va mucho más allá del combate:
- Realiza evacuaciones aeromédicas en zonas remotas.
- Lleva ayuda humanitaria y suministros esenciales a comunidades aisladas.
- Participa en operaciones de rescate, transporte de tropas y control territorial.
- Ejecuta maniobras nocturnas de asalto aéreo con tecnología de visión avanzada.
En 25 años desde su reactivación, ha acumulado cientos de miles de horas de vuelo, miles de operaciones y decenas de misiones de alto impacto humanitario, consolidando además una de las flotas de helicópteros más grandes de América Latina, con especial protagonismo del emblemático Black Hawks UH-60.
La historia del Arma de Aviación del Ejército es la de un sueño que nunca dejó de volar: nació con visión, enfrentó pausas, renació con fuerza y hoy es sinónimo de innovación, estrategia y servicio. Cada operación que despega desde Tolemaida o Bogotá no solo transporta soldados: lleva esperanza, conecta comunidades, salva vidas y protege a Colombia desde el cielo.
Celebrar este día es también rendir tributo a quienes alzaron vuelo hace más de un siglo, a quienes enfrentaron la incertidumbre del conflicto, y a quienes hoy mantienen firmes las alas de la patria sobre el horizonte.
Porque volar no es solo dominar el aire: es un acto de patriotismo, disciplina y entrega. Es estar allí cuando el país más lo necesita. Es llevar agua, medicinas, ayuda y seguridad a los rincones donde nadie más puede llegar.
Hoy, más que nunca, el cielo colombiano tiene nombre y misión: Aviación del Ejército Nacional, las alas que unen tierra y cielo para proteger la nación.
En el Día del Arma de Aviación, nuestro reconocimiento es para los pilotos que surcan el cielo, para los técnicos que mantienen los motores en marcha y para cada soldado aviador que convierte su vuelo en una promesa cumplida a Colombia.