Recientemente estuve asistiendo a una de las principales actividades académicas de campo que se suelen realizar en la institución de educación superior donde laboro, y que más me apasiona por el impacto que tiene sobre la formación de los estudiantes, porque los saca del aula y los pone en contacto con la realidad del contexto de nuestro entorno local.
En esta ocasión, el sitio visitado fue el corregimiento de La Boquilla en Cartagena de Indias, más exactamente el sector de la desembocadura del mal llamado Caño Luisa, lugar en el que, en algunos momentos, este canal se une al unísono con el mar y deja derramar en este sus nutridas aguas, que llevan consigo una importante carga de material orgánico inerte y vivo que sirve como soporte a las comunidades hidrobiológicas que dependen, de manera directa o indirecta, de estos recursos.
Penosamente, además de llegar al mar adyacente de la desembocadura del Caño Luisa los componentes orgánicos necesarios e inofensivos, también arriban abundantes residuos que no solo empobrecen el paisaje, sino que contribuyen al deterioro de la calidad ambiental de estos ecosistemas. Esto desencadena efectos ecotoxicológicos invisibles para el ojo humano, pero que de manera permanente afectan la viabilidad de los representantes de la biodiversidad de estos ecosistemas y, además, ponen en riesgo la salud de las personas que hacen uso de estos.
También se debe destacar el impacto social que tiene la degradación ambiental en las poblaciones que habitan estas zonas y dependen, en cierta medida, de la biodiversidad. La pérdida de recursos biológicos de importancia comercial afecta de manera directa sus ingresos y su seguridad alimentaria.
Esta situación suele empeorar cuando no se tiene acompañamiento de los legisladores y, mucho menos, de las autoridades encargadas de realizar el manejo ambiental y de los recursos biológicos, lo que deja a las comunidades en un alto estado de vulnerabilidad.
Las observaciones realizadas durante la visita de campo mencionada al inicio evidencian una crisis ambiental multifacética que demanda una intervención urgente y articulada del Distrito de Cartagena.
Resulta imperativo implementar acciones concretas orientadas hacia cuatro pilares fundamentales:
- Educación ambiental, para fomentar la corresponsabilidad ciudadana.
- Fortalecimiento de la gestión ambiental institucional.
- Presencia efectiva de la autoridad, para garantizar el cumplimiento de la normativa.
- Desarrollo de proyectos de impacto real, que aborden las causas raíz de la problemática.
Estos aspectos deberían estar alineados bajo el concepto de Manejo Integral de los Recursos, ya que la solución no reside en medidas aisladas, sino en una visión holística que integre los componentes ecológicos, sociales y económicos del territorio.
La presión sobre los ecosistemas se ve agravada por la crítica situación del sector pesquero. Los pescadores locales reportan una disminución drástica en sus capturas, una señal alarmante del agotamiento de las pesquerías. Esta escasez los está impulsando a emplear métodos de pesca insostenibles y poco saludables, como el uso de redes con menor ojo (diámetro) de malla, lo que prolonga un ciclo vicioso de degradación y reduce la resiliencia de las poblaciones de peces.
Esta práctica no solo vulnera el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14: Vida Submarina, sino que también compromete la seguridad alimentaria y los medios de vida locales (ODS 2: Hambre Cero).
Bajo un enfoque de Una Sola Salud, es claro que la contaminación proveniente de fuentes terrestres —como los residuos del turismo mal gestionados, los afluentes de aguas residuales domésticas sin tratar y la escorrentía de contaminantes a través del Caño Luisa— constituye un vector de degradación que conecta directamente la salud ambiental con la humana.
La suma de estos factores, de no ser revertida, conducirá inexorablemente al colapso ecológico de estos ecosistemas costeros. Las consecuencias se extenderán más allá de la pérdida de biodiversidad, traduciéndose en un deterioro ostensible de la calidad de vida de las comunidades, el surgimiento de riesgos sanitarios y, finalmente, en una enorme carga asistencial y económica para el Distrito. Esto afectará directamente los ODS 3 (Salud y Bienestar) y ODS 11 (Ciudades y Comunidades Sostenibles).
Esperemos que el gobierno actual de Cartagena de Indias tome en consideración el mensaje implícito en este escrito, para ver si, de una vez por todas, cumple con lo que dice su eslogan: “Avanzamos”. Ojalá que sí, en lo ambiental y en lo social.



