Las leyes no aplican para quienes las escriben
Estoy cansado del ajedrez perverso y ridículo de algunos, »distinguidos», miembros de la élite (sin distinción ideológica). Estoy agotado de ese ajedrez tramposo que pretende respetar todas las normas excepto cuando las fichas amenazadas son las de mayor valor. Entonces, la constitución se reinventa al beneficio de ellos mismos para reafirmar su estatus intocable.
Los mismos mecanismos que aquellos que están en la cima del poder habían creado, en su idealismo político, para velar por la justicia, son desbaratados cuando son ellos los infractores (re-descubiertos).
Los ajustes pertinentes para salvar el pellejo de los poderosos se hacen a través de una red de abogados, legisladores y jueces que interpretan -y desinterpretan- la ley, de tal manera que los delitos mayores pasen a ser delitos menores, que los delitos menores pasen a ser negociables, que las negociaciones permitan disminuir las condenas, que las condenas se pueden pagar en casa, y que, últimamente, tales condenas, reducidas y en casa, pueden ser revisadas una y otra vez, hasta que se encuentre -o se cree- algún vacío legal que demuestre que tal delito no existe, y que los acusadores son los verdaderos infractores, y que todas esas leyes que habían desbaratado para salvarse, deben ser aplicadas de tal manera que todo el peso de la ley recaiga, sin negociación o beneficio alguno, sobre los nuevos culpables.
Una vez los poderosos son absueltos, a través de toda clase de artimañas legales e ilegales, las apariencias son recuperadas. Entre similares, se continúa fingiendo respeto y admiración hasta que se crea un mutualismo que alimenta el ego antes lastimado por el escrutinio público. Para colmo, las masas los defienden, los alaban y los reeligen. De tal manera que en los círculos de poder las apariencias se mezclan con realidad, y sus miembros terminan por olvidarse que las promesas de campaña eran solo un medio para mantenerlos y no porque realmente lo creyeran.
Entonces, llegan nuevamente al poder, determinados a defender ideales de justicia y equidad. Claro que los nuevos héroes no pueden mandar a la cárcel a sus más cercanos familiares y amigos que están dentro de su más íntima rosca. Sin embargo, en este país nos sobran bandidos así que eligen perseguir los crímenes y delitos de la oposición política, los guerrilleros, los paramilitares, los empresarios -que no los financiaron en sus campañas- y emprenden acciones legales convencidos de su intachable moral.
Pero, lamentablemente, se dan cuenta que las mismas artimañas que habían emprendido en el pasado para salvarse a sí mismos, sientan un sustento legal que impide que la justicia funcione: fueros, aplazamientos, excepciones, apelaciones y vencimientos, ahora son el instrumento de defensa de sus rivales.
Tener a la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría en el bolsillo les da ánimo para continuar en su hambre de culpables. Los poderosos, resilientes, se proponen reformar y contrareformar las leyes de tal manera que las cortes, las leyes y las excepciones que antes habían creado, modificado y desmantelado a su conveniencia, evolucionen a un nuevo status quo donde los nuevos acusados puedan ser condenados y dejen de codearse en la cima con los de su clase.
Pronto, se dan cuenta que no pueden condenar los delitos de sus detractores políticos que ya han pisado los palacios del poder, porque los mismos mecanismos que les permiten tener a la Fiscalía -y las otras ÍAS- en el bolsillo, habían permitido que sus detractores sepulten los procesos en su contra de la misma manera que ellos lo hacen ahora.
Pero, nuevamente, como en este país sobran bandidos, los nuevos héroes buscan nuevos villanos en las que -se suponen- las formas menos refinadas -y más nefastas- del crimen; el paramilitarismo, el narcotráfico y el sicariato. Por lo que, apoyados por la fiebre de venganza -propia o ajena- de las masas violentadas, concentran sus esfuerzos en derrotar a las organizaciones detrás de tanta violencia y abuso.
Entonces, justo cuando en la búsqueda de nuevos villanos empezaron a olvidar por completo su propia hipocresía, recuerdan que para tener acceso a esa red de abogados, jueces y legisladores que los sacaron de apuros judiciales, y aseguraron su poder, necesitaron de los servicios que solo estas nefastas organizaciones pueden proveer.
Recurrieron al dinero del narcotráfico para financiar sus campañas, acudieron a la violencia y las amenazas de paramilitares para asegurar el apoyo de jueces y fiscales, concedieron permisos y favores a toda clase de individuos para tener acceso a estos violentos encargos y sucios recursos. Permitiendo, anteriormente, la fusión de la política y la economía, con el narcotráfico y el paramilitarismo: creando, sin querer queriendo, nuevas piezas intocables. Algunas, hoy, nombradas ingeniosamente como narcopolíticos y parapolíticos, y otras, aunque ya operantes, esperan ser bautizadas.
Frustrados por todo lo que había tenido que pasar -a sus espaldas, por supuesto- para garantizar los priveligios de los viejos, y nuevos poderosos, regresan, con los que le queda de moral, a jugar a la justicia, pero solamente con los peones.
Alanschulzdiaz@gmail.com / https://twitter.com/AlanSchulzDiaz