Hoy la humanidad, se encuentra amenazada. Seguramente no será la pandemia del Covid-19, la que le dará la estocada final, pero que va a herir y dejar cicatrices, lo hará. Los efectos económicos, sociales y políticos de la POST PANDEMIA, ya empiezan a vislumbrarse y serán temas de debates por años, en el futuro.
La cifra de muertos, la cifra de contagiados y la crisis humanitaria que hemos apreciado en diferentes países y ciudades, han desnudado de forma descarnada, estas sociedades y los estragos se aprecian a simple vista.
Otras, tendrán más capacidad de resiliencia y aguante, podrán sobrellevar la tempestad. En especial, aquellas que contaron con la fortuna de tener fuertes liderazgos con instituciones sólidas, capaces de adaptarse y concitar a sus asociados a la adaptación.
La pandemia ha puesto hoy al centro del debate, la importancia de tener instituciones fuertes que salgan a dinamizar la sociedad y la economía, ante la parálisis de esta. Si algo ha contagiado el COVID y se encuentra en su última etapa, es el modelo de desarrollo neoliberal, hoy, nadie clama – ni los más ortodoxos economistas- por la reducción del Estado. Por el contrario, todos piden mas intervención y tareas de bienestar.
Y en Cartagena ¿cómo nos cogió la pandemia y qué se espera para su futuro? La respuesta es: Nos agarró mal parados y el futuro es incierto. La pandemia y los efectos de ella volvieron a mostrarnos nuestra fragilidad social, económica e institucional. Fragilidad que no brotó de la noche a la mañana, y que es producto de la sumatoria de un desacertado manejo por más de 10 años de la empresa más grande de Cartagena – El Distrito de Cartagena-, sumado a la herencia colonial, de una sociedad excluyente y anti redistributiva.
Como si no fuera poco esto, la ciudad en una votación fraccionada entre el voto en blanco, los anhelos de cambio, el hastío y el modelo tradicional. Eligió a un alcalde: disruptivo, emotivo, bien intencionado e inexperto y con muy poca capacidad de producir sinergias. Situación que ha motivado que el Gobierno Nacional y hasta el Departamental, aprovechen las grandes debilidades para producir “golpes de autoridad”.
El episodio del Consejo de Seguridad-gate y del desplante-gate, entre el Alcalde Dau, el Gobernador de Bolívar y los gremios económicos, producen más incertidumbre, frente al futuro. Hoy que todos los actores estratégicos cartageneros han demostrado que ninguno puede sacar avante a la ciudad, en el escenario de la pandemia y postpandemia; este inconveniente e innecesario rifirrafe entre las instituciones públicas, es un tiro en la pierna, para la ciudad y el Departamento.
La pandemia dejará a una ciudad más débil económicamente, más pobre monetariamente y con mayores índices de miseria. Estos indicadores afectaran la seguridad ciudadana y quebrantaran, aun más el débil tejido social y para enfrentar este escenario de terror, se requiere institucionalidad. Se requiere intervención del Estado, no se puede seguir avivando el fuego de la confrontación.
Las barras bravas de ambos mandatarios, los huérfanos del erario, tienen que ceder sus cálculos políticos, ante las necesidades de la ciudad y del departamento. Hoy prima con urgencia los acuerdos estratégicos por Cartagena. Hoy más que nunca el “Pacto por Cartagena” es una prioridad.
¿Estarán nuestros mas importantes mandatarios dispuestos a autorregularse y gobernar como Estado, junto al Gobierno Nacional?, sólo el tiempo nos lo mostrará. Y en caso de que no suceda por simple voluntad, la labor de disciplina debe ser de los órganos de control. La ciudad está al borde de un precipicio, de que vuele o caiga, depende del ESTADO.