Luego de varios meses de luchar en una sala de emergencias contra un enemigo minúsculo y silencioso que nos esta mermando uno a uno y nos ha permitido ver lo frágil que somos como sociedad permitiendo ver entre pequeñas rendijas como las diferencias culturales y la apatía social son incluso peores que el poco aislamiento y la falta de recursos.
Hoy como médico mi cuerpo se empieza a sentir fatigado, con sed de aire y mi temperatura elevada me hace temer lo peor, en mi cabeza se viene la imagen de todos aquellos amigos, colegas y compañeros que he visto caer tratando de ser héroes en un país que quizá mañana no se acuerde de ninguno de nosotros.
Me aíslan del resto del pelotón y el diagnostico es el esperado, soy positivo para infección por Nuevo Coronavirus SARS COV 2 (COVID – 19), se prenden las alarmas y empieza cristo a padecer.
El ser un hombre joven, atlético y sin comorbilidades quizá me provea un buen desenlace; conozco como nadie la enfermedad y he manejado todos los días desde que se reportó en el país a estos pacientes y no me ha temblado el pulso para pasar un tubo a la tráquea, sin embargo también siento miedo, angustia y ansiedad, ¿Me tendrán que intubar? ¿Me complicaré? ¿Alcanzaré un ventilador?, todo esa mezcla de preguntas pasan por mi mente pero hay algo que va más allá y que me llena de energías; desde que el computador comunal que tiene acceso a Facebook publica la noticia -el hijo de la Mojana está luchando contra el COVID 19- en la capital, aquel pelao contento amante del porro y del mote de queso que tiene una fundación donde brinda comida a los niños de su comunidad y que recorre a pie ciénagas y playones para llevar salud a los que nunca han visto a un médico y que estuvo en titanes caracol mostrando que en Sucre existe un pedazo de tierra que con necesidades y abandono ha logrado sobrevivir a la violencia y a la pobreza.
Se encienden las alarmas casa a casa, se olvidan las diferencias religiosas y las iglesias inician día tras día jornadas de ayuno y oración, los cantantes vallenatos componen sus mejores notas para que el médico de la Mojana no desfallezca y pueda volver a guapirriar un porro y a seguir mostrando que en Colombia los buenos somos más.
Son 14 días de dolores y malestares, perdiendo el sabor del arroz, la yuca harinosa o pescado fresco, pero con la esperanza de que al pararme de la cama hay un pueblo esperándome, ligados a mi por un sentimiento llamado gratitud, ese que los indígenas de mi tierra nos enseñaron por medios de las matronas de la vereda.
Hoy puedo decir que estoy curado hasta donde mi inmunidad me lo permita, seguiré en medio de esta pandemia luchado por mis pacientes, por mis amigos y mostrando a Colombia que donde hay amor, respeto, hermandad y ganas de salir adelante siempre habrá una esperanza en medio de las dificultades.
Es hora de mirar a Sucre y a ese rincón de tierra bañado por dos ríos, de sabanas extensas y atardeceres mágicos donde viven mis hermanos mojaneros que me demostraron que no es el dinero lo que vale sino el cariño y el amor de tu pueblo.