La firma Cifras y Conceptos, en su más reciente encuesta polimétrica, le preguntó a los colombianos dónde se ubicaban ideológicamente en una escala de 1 a 6, siendo uno la izquierda y 6 la derecha. El 13% se plantó en el cuadro 1; el 17%, en el 6 y el 38%, en la casilla 3, que vendría el centro. Con solo tres opciones, el 23% dijo ser de izquierda; el 24%, de derecha, ¡y el 53%, de centro!
Estos datos no descubren nada anormal. En casi todo el mundo la gran masa, en todos los rangos de edades, prefiere la mitad de la escala política cuando le preguntan sobre sus preferencias. Sin embargo, este conteo sirve para ver la enorme oportunidad que tendría un proyecto político de centro en la próxima contienda electoral presidencial.
El problema es encontrar un líder con suficiente capacidad para aglutinar los diferentes matices de centro que hay y sin ese líder lo probable es que, más por necesidad y comodidad que por convicción, parte de ese mismo centro se pliegue a los extremos, con lo cual seguiremos teniendo un país polarizado.
La pregunta del millón es: ¿hay líderes de centro? La respuesta es sí. Solo que todos son hoy de baja talla. Algunos tienen posibilidades claras de crecimiento, pero no se pueden quedar esperando a que la opinión pública les dé el tratamiento hormonal que necesitan.
Oportunidades tiene Humberto de la Calle, que puede ser nuestro Joe Biden, no solo por su edad, sino por el respeto que infunde políticamente. Para ponerlo en palabras simples, es un tipo más allá del bien y del mal.
Otra encuesta reciente, la de Gallup, lo ubicó como el personaje político con la opinión más favorable entre los colombianos, 49% contra una desfavorable de 24%. Un De la Calle modelo 2022, sin la etiqueta gavirista, puede aglutinar a quienes defienden la paz sin extremos y la Constitución del 91, y quieren superar la polarización.
Tiene también posibilidades Sergio Fajardo, quien fue tercero en la elección presidencial del 2018 y viene desde hace rato con un discurso que pide dejar atrás los extremismos para pensar en un país unido en torno al propósito de superar la pobreza con mejor educación, algo que exigen a gritos los estudiantes de un país que demográficamente es aún muy joven.
De la Calle y Fajardo son solo dos nombres. Ambos -y de pronto uno junto al otro- tienen capacidad de hacer política en grande. El reto para ellos y todos los que se consideran realmente lejos de los extremos es moverse rápido con el fin de encontrar los puntos de convergencia antes -muchos antes- de la primera vuelta presidencial, porque la derecha y la izquierda tienen ya un camino recorrido y, en medio de la crisis de la pandemia, no sería raro que el péndulo político gire rápidamente de una punta a la otra.
El reto del enorme centro es que eso no suceda. Un primer paso es que algunos de esos políticos que se dicen de centro opten, con realismo, por poner el hombro para que otros se vean más. No hay alternativa. Es una carrera contra el reloj.