En las últimas horas, los medios de comunicación se entretuvieron un rato con el cuento de que el presidente Iván Duque, nos reveló este año su talento para conducir programas de televisión y en los próximos meses se probará como entrevistador, realizando diálogos en la ‘pantalla chica’ -como se decía antes- con colombianos destacados.
Por fortuna, desde Palacio, salieron a decir rápidamente que eso había sido solo una idea y prácticamente la descartaron. Nos salvamos, aparentemente, de ver al Presidente de la República haciendo malabares para meter cuñas sobre su gobierno mientras entrevistaba a pedalazos a Egan Bernal o en un ‘tu a tu guitarriao’ con Maluma. Y parece que también, después de febrero, vamos a descansar de su programa diario, ya desgastado por la dura realidad.
Duque hará bien si decide hacer una pausa mediática para concentrarse más en su gestión en un año clave para dejar una imagen decorosa en la historia. El joven mandatario, que bien podría dedicarse a la TV una vez deje la Casa de Nariño, tendrá en el 2021 un año tanto o más difícil que este 2020. Y lo será porque no solo tendrá que empezar a pagar la cuenta del gasto de la emergencia sino que deberá asaltar el bolsillo de los colombianos con más impuestos.
También este gobierno uribista deberá parar, aplazar y enterrar algunos de sus proyectos más cacareados, y aguantar el descontento social por la crisis que no acaba y las promesas incumplidas. Basta solo imaginarse el disgusto de la gente por la falta de vacunas para todos mientras la cuenta de muertes sigue creciendo.
El año que viene probará la calidad de Duque como político. No será fácil hacer pactos para sacar adelante medidas impopulares, como los impuestos y la reforma laboral, sin recurrir a la mermelada que tanto demandan los políticos y que él jura haber erradicado de Palacio, y sin provocar un incendio en las calles mucho más grande que el de las marchas estudiantiles de años recientes.
El 2021 es año preelectoral y no solo los opositores del uribismo aprovecharán para arreciar sus críticas sino que los propios hermanos uribistas y conservadores que aspiran a sucederlo empezarán a abandonar el barco o, al menos, a tomar distancia suficiente para no quemarse antes de tiempo. Lo harán sobre todo los que creen que ser más uribista que Uribe es la fórmula para vencer a Gustavo Petro y a Sergio Fajardo. Mientras tanto, Duque se verá obligado a arriar algunas banderas del uribismo para encontrarle salida a tan difícil coyuntura.
Probablemente, ningún político -ni siquiera alguno entre los más veteranos- querría estar en los zapatos de Duque. La realidad no es un reality. Para salvar el año que viene se necesitarán muchas más habilidades que las de un buen talento para la ‘caja mágica’, otros de los sobrenombres viejos de la televisión.