“…En lo concerniente a Colombia, es necesario que nos preparemos para lo que viene y el futuro está en nuestra juventud en toda su magnitud…”
La suerte está echada, difícilmente existe reversa para el futuro económico del mundo y más cuando entidades como el Banco Mundial, la OCDE y el FMI, revelan las proyecciones económicas para lo que resta de éste año y del 2023. Esos análisis están elaborados con profesionalismo, y objetividad, sin mirar las concepciones ideológicas de los mandatarios de los países, que normalmente engañan a sus dirigidos con cifras montadas para perpetuarse en el poder y seguir con sus juegos peligrosos de corrupción y nepotismo propio de los que no quieren perder el tan anhelado poder de estado.
El FMI pronostica la desaceleración del crecimiento económico mundial en un 3,2% para el 2022 y para el próximo año del 2,7%, lo que indica que los países con mayor desarrollo económico que son aproximadamente una tercera parte de la economía mundial llegaran a tener dos trimestres consecutivos de contracción del PBI real para éste año o el venidero, pero lo peor radica en la posibilidad que el mundo entero no llegase a tener un crecimiento por encima del 2%, sino por debajo del 1%,cifra escalofriante para el hemisferio que repercutirá irremediablemente en nuestro país Colombia.
El Banco Mundial (BM) nos reporta que la economía mundial presentará una ralentización, que en palabras coloquiales significa una degradación de la actividad económica y el crecimiento será menor al del 2021 que fue del 5.5 %, siendo que para el 2022 y el 2023 el PIB estará en el rango del 4.1% y el 3.2%.
Mientras, la OCDE es menos extremista en las cifras al asegurar, “que la economía mundial frenará su expansión del 3,1% en 2022 al 2,2% en 2023”, y lo que satisface dichas proyecciones es que cataloga a nuestro país como “la economía con mejor proyección de crecimiento de América Latina. La economía colombiana se estabilizó y consiguió niveles de crecimiento prepandémicos en el tercer trimestre de este año y se expandirá un 5,5 % en 2022 y reducirá ese ritmo al 3,1 % en 2023.
En lo concerniente a Colombia, es necesario que nos preparemos para lo que viene y el futuro está en nuestra juventud en toda su magnitud, claustros universitarios, colegios, entidades del Estado, grupos juveniles de zonas marginadas donde el Estado poco llega, para enseñarles la importancia de una empresa agropecuaria cuando el sector primario de nuestra economía, como es la agricultura, ganadería y la pesca, es la que mayores recursos debe aportarle al PIB, por ser actividades generadora de divisas, de empleo digno, con mayor aporte al valor agregado de nuestra economía, que tienden a la extracción de materias primas directamente de la naturaleza para luego incorporarlos al mercado.
Recordemos lo expresado por Juan Antonio Nieto Escalante, director general del IGAC. Nuestro país es único en el planeta, cuando tenemos 14,2 millones de hectáreas en terrenos para la conservación, regulación del agua, protección de la fauna y recreación sostenible, otras 41,2 millones con fuertes pendientes, erosionados y de poca calidad de la tierra que pueden servir para reforestación y de carácter protector, 29,9 millones, conformada por suelos para actividades forestales, agroforestales o cultivos densos, semiperennes y perennes, 8,4 millones en encharcamientos y pedregosidad, donde la actividad agropecuaria debe ser temporal, 14,5 millones agrupados en suelos con baja fertilidad y alto contenido de aluminio y por último, 231 mil hectáreas para cultivos transitorios, pastos de alto rendimiento y solo requieren fertilización, encalamiento, riego y drenaje.
Las exportaciones del sector agropecuario crecieron geométricamente desde el 2020 especialmente a los Estados Unidos, quien sigue siendo nuestro principal comprador en productos tradicionales como el café, banano flores y no tradicionales como la trucha, tilapia, el cacao, mango, y la muestra está que entre enero y abril de 2022 las transacciones llegaron a US$4.023 millones, lo que representó un crecimiento de 30% respecto al mismo periodo de 2021, como lo reafirmó el ministro de agricultura de la administración anterior, Rodolfo Zea Navarro.
Colombia es un país netamente agropecuario y el Estado debe direccionar con las universidades, colegios y entes como el SENA, ICA y otras, políticas públicas donde nuestros jóvenes y campesinos cuenten con mejores condiciones para generar empresas agropecuarias y ayudar con ello al crecimiento del sector y en consecuencia el aumento del nivel de vida de sus entornos, eliminar la cadena de intermediarios, comisionistas, transportadores, contrabandistas y algunos supermercados que son los que verdaderamente ponen los precios, logrando el actual y desproporcionado aumento en la cadena alimentaria, perjudicando al campesinado, al pequeño emprendedor y al consumidor.
El Gobierno lo sabe y el Ministerio de Agricultura así lo da a conocer cuando informa que “…el 70% de los alimentos que se consumen en Colombia –frutas, azúcar, hortalizas, carne bovina, panela, yuca, huevo y pollo, entre otros– son producidos por economías de pequeña escala en unidades agrícolas familiares”. Las empresas agropecuarias dirigidas, financiadas y capacitadas por el estado es una tarea inmediata para evitar la hambruna en Colombia.