Por exigirle al presidente Trump un trato digno hacia los inmigrantes colombianos capturados en redadas realizadas en las calles, escuelas, iglesias y otros lugares de los Estados Unidos con fines de deportación, al presidente Petro se le vino encima toda la oligarquía y la derecha colombiana, quienes simpatizan con el estilo fascista con el que Trump ha empezado a gobernar su país.
Estos sectores, más que preocupados por las inmediatas represalias del mandatario estadounidense tras la devolución, autorizada por Petro, de dos aviones repletos de inmigrantes colombianos —tratados como si fueran criminales comunes— “se pusieron las manos en la cabeza”, pensando que se les venía el mundo encima.
A quienes exportan e importan bienes y servicios de los Estados Unidos no les importó para nada la dignidad de sus compatriotas. Mucho menos alzaron su voz para pronunciarse en contra del ultraje y la humillación a la que Trump sometía a los colombianos, enviándolos atados de manos, pies y cintura, además de llevar grilletes en los tobillos y esposas en las muñecas. Todo esto evocaba las imágenes del nazismo, que conducía a los judíos a los campos de concentración de Auschwitz, en Polonia, o el modelo fascista replicado por Bukele en El Salvador.
La derecha colombiana, representada por empresarios y políticos, jamás defenderá a un connacional que no pertenezca a su esfera oligárquica. A ellos solo les preocupa el dinero, las utilidades y la explotación del obrero y el trabajador. Pero, sobre todo, defienden la corrupción y la sumisión servil a los gringos. Por eso, en lugar de defender al presidente Petro, salieron a aplaudir a Trump, a arrodillarse ante él y a difamar a Petro, acusándolo de ser un “loco marihuanero” que pasa las noches escribiendo tuits.
Sin embargo, el presidente Petro, invocando la frase del líder indígena boliviano Tupac Katari, luchador contra la opresión española, pronunció una frase que sigue vigente y es también utilizada por la vicepresidenta Francia Márquez y otros líderes latinoamericanos que luchan por la justicia social, la igualdad y los derechos humanos: “Hasta que la dignidad se haga costumbre.”
A dos escritores alemanes se les atribuye este célebre poema:
“Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.”
A pesar de todo el revuelo, Trump, el fascista, el nazi, entendió que en Colombia hay un presidente que merece respeto. A pesar de sus bravuconadas, también comprendió que, por muy delincuente que pueda ser un inmigrante de cualquier país —aclarando que no todos lo son—, merece un trato digno. No debería olvidar que su madre, su padre y su actual esposa fueron o son inmigrantes en Estados Unidos.
Hoy, los inmigrantes colombianos deportados viajan de manera digna desde Estados Unidos hacia Colombia, en el avión presidencial, lo que no es poca cosa. Tenemos presidente.