El edil de la Localidad Uno, Daniel Aguirre Piedrahita, ha destapado un escándalo en la gestión del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), dirigido por Carmen Lucy Espinosa, al denunciar lo que considera una serie de irregularidades graves en el manejo de los recursos públicos destinados a la cultura en la ciudad. Según Aguirre Piedrahita, el IPCC ha firmado hasta la fecha cuatro convenios interadministrativos con el Fondo Mixto de Cultura de Cartagena, por un total superior a 4.500 millones de pesos, y todos parecen haber ido a parar a la misma entidad.
La pregunta es más que válida: ¿Qué hay detrás de estos contratos? ¿Por qué se han centralizado tanto los recursos en una sola institución, sin apertura a otras organizaciones o actores culturales locales? ¿Qué garantías hay de que estos acuerdos estén siendo gestionados con la máxima transparencia y sin favorecer intereses particulares?
Aguirre, visiblemente preocupado por el opaco proceso de contratación, exige que el alcalde Dumek Turbay Paz reconsidere urgentemente este modelo y busque mecanismos que garanticen una distribución más equitativa y justa de los recursos culturales en Cartagena.
¿Realmente se están logrando los objetivos culturales que Cartagena necesita? ¿Cómo puede un solo ente manejar tanto dinero sin que se garantice una verdadera competencia, transparencia y participación de la sociedad civil? Estas son las preguntas que Aguirre lanza al aire, y las que deberían preocupar a todos los cartageneros. ¿Por qué no se han abierto más espacios para que otros actores culturales, locales y autónomos, puedan participar? ¿Acaso hay algo detrás de esta concentración de recursos que no se está diciendo?
En los próximos días, Aguirre y su equipo exigirán una información detallada sobre estos contratos, y no descartan citar a la directora del IPCC para que rinda cuentas de manera clara y transparente sobre el destino de estos fondos.
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Este enfrentamiento se suma a un debate más amplio sobre la falta de equidad en la gestión cultural de la ciudad, y pone en evidencia la necesidad de revisar profundamente el manejo de los recursos públicos.
La ciudad se enfrenta ahora a una reflexión: ¿Es este el modelo que queremos para la cultura en Cartagena? ¿Cómo podemos permitir que millones de pesos destinados a la cultura se manejen en un proceso tan cerrado y sin suficiente control? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a tolerar la falta de transparencia y la concentración de poder en manos de unos pocos?