Desde una modesta redacción en el corazón de Sincelejo, donde las ideas corrían más rápido que el café, descubrimos que hacer periodismo no era solo contar historias: era tocar almas, encender alertas… y, a veces, cambiar el destino de una ciudad entera.
Corría el año 2001. La ciudad despertaba con gallos y radios encendidas en nuestra frecuencia. Nos encontrábamos cada mañana a las cinco, en una sala que olía a tinta, café y sueños sin filtro. Con libretas arrugadas, grabadoras de casete y voces aún secas por la madrugada, hacíamos lo que amábamos: informar. Cada emisión era un pequeño milagro, una coreografía entre lo técnico y lo humano. Cada titular era una batalla ganada al sueño, al cansancio… y a la consola, claro, que tenía vida propia.
Luz Elena Salgado —la directora, un torbellino de intuición y coraje— irrumpió aquella mañana con una bomba entre ceja y ceja: —Dicen que hay vendedores de tinto en el parque Santander con sida… y que uno se saca sangre y se la echa al café.
- Me congelé. ¿Qué? ¿Quién te dijo eso, Luz Elena? ¿Qué pruebas tienes?
- Ella, con su mirada de fuego y con su voz gruesa, respondió sin titubeos:
- —Lo creo. Y lo vamos a lanzar.
Como co-director, supe que esa denuncia era dinamita. No había pruebas, solo una sospecha inquietante. Tal vez un rumor, tal vez una verdad velada. Pero Luz Elena, con su olfato periodístico, decidió confiar en su instinto. Y el tiempo le dio, al menos en parte, la razón.
La noticia salió al aire. Y retumbó como un trueno. Antes de que terminara la emisión, la Policía había cerrado el parque Santander. Los vendedores fueron sometidos a exámenes. Y lo impensable se volvió real: varios dieron positivo para VIH.
La denuncia, nacida sin pruebas, pero con intuición, encendió una intervención de salud pública. Fue polémica, sí. Pero oportuna. Luz Elena no solo lanzó una noticia: agitó la conciencia colectiva de una ciudad adormecida.
En 6:00 AM Noticias, cocinábamos titulares con nervios, fe y mucha terquedad. Éramos un ejército de soñadores con grabadoras viejas y una pasión que ni el calor ni la escasez podían apagar.
- Jorge Velázquez, el corresponsal aguerrido, era más poeta que reportero. Narraba con el corazón en la garganta.
- Félix Hernández Martínez, la voz de seda y truenos, era nuestro locutor estrella. Cuando hablaba, el pueblo se detenía.
- Miller García traía historias humanas que dejaban muda a toda la cabina.
- Y yo, obsesivo con la inmediatez, fungía de co-director y domador del caos… salvo cuando el caos venía desde la consola.
Ah, la consola… Nuestro operador, Miguel “El Chichi Sierra”, veterano de mil radios y discípulo devoto de Morfeo, solía dormirse en plena transmisión, con los audífonos puestos y el canal uno abierto.
Una vez, harto de los errores, solté un madrazo… sin saber que el micrófono seguía encendido. Y peor aún: hablábamos del alcalde Jorge Ospina Vergara. El madrazo pareció tener nombre y apellido. El teléfono ardía, advirtiendo la situación. Hasta el mismo alcalde de manera jocosa al final de la entrevista pregunto si el Hp ese del que hablaban era él. Hubo risas en la cabina y por supuesto una disculpa a la gran audiencia.
—Ay, Jota… pensé que había cerrado el canal uno —susurró “El Chichi”, medio dormido, como quien quiere apagar un incendio con un suspiro. Éramos pobres en recursos, pero ricos en propósito.
Los años pasaron. El noticiero se apagó, pero no la memoria.
- Miller trabaja hoy con comunidades indígenas en el Cesar.
- Jorge volvió a Uré, su pueblo natal. Soñó con ser alcalde. No lo logró, pero hoy es abogado, jefe de prensa en la Universidad de Montería y presidente de una asociación periodística.
- Luz Elena, la intrépida y desparpajada al hablar, ahora trabaja en una entidad del gobierno en Bogotá.
- Félix, nuestra voz eterna, aún despierta a Sincelejo desde Caracol Radio.
- Yo fundé 724 | Noticias, un portal que intenta mantener vivo el espíritu de rigor, cercanía y pasión por la verdad.
Ese día no solo hicimos historia. Confirmamos que el periodismo, cuando nace de las tripas, puede mover montañas… o al menos mover a las autoridades a actuar.
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Hay noticias que se olvidan con el desayuno. Hay otras que, aunque pasen los años, siguen haciendo eco. Nosotros hicimos de las segundas.