“Los psicópatas bestias negras que toman la religión para masacrar pueblos en nombre del señor, demuestran hasta el infinito que la religión unida con la política está acabando con la humanidad.”
No es ético hablar mal de las religiones ni de la política en su contexto original. Ambas, de manera individual, han contribuido a la construcción del mundo. Sin embargo, el problema surge cuando el ser humano, movido por sus necesidades diabólicas y destructivas, las utiliza para causar daño, justificar genocidios y promover masacres en nombre de Dios o de partidos políticos.
Lo preocupante es la proliferación de religiones y partidos políticos, que “crecen como verdolaga en tierra fértil”. Cada uno de ellos surge de divisiones internas de iglesias o movimientos ideológicos, donde muchos de sus líderes y miembros buscan poder, dinero fácil y dominio mental sobre las masas. La corrupción, el nepotismo y el enriquecimiento ilícito son las consecuencias naturales de ese sistema.
En cuanto al número de partidos políticos en el mundo, no existe una cifra exacta. Su origen se remonta a los siglos XVIII y XIX, y la mayoría nacen de ideas individualistas más que de verdaderos intereses sociales. Se estima que hay más de 20.000 partidos políticos activos en todo el planeta. Entre los más conocidos están el liberalismo, conservadurismo, socialdemocracia, republicanismo, democracia cristiana, islamismo radical, comunismo, populismo, agrarismo, centrismo, reformismo, nacionalismo, populismo de derecha, juntas militares e independientes.
Tampoco es posible determinar el número exacto de religiones existentes. Se calcula que hay más de 5.000 en el mundo, entre panteístas (“todo es Dios y Dios está en todo”), teístas (monoteístas, politeístas o dualistas).
Los monoteístas, como el cristianismo, creen en un Dios todopoderoso, omnipresente y universal. Los politeístas adoran a varios dioses, y los dualistas combinan aspectos religiosos y filosóficos.
Toda religión necesita un sustento escrito, y de allí surgen las distintas “biblias” y textos sagrados, que en su mayoría son producto de la interpretación humana y, muchas veces, utilizados con fines personales o de dominio.
Emitir opiniones religiosas hoy no es tarea fácil. Los gobernantes y líderes religiosos creen que sus dogmas son los correctos, ignorando que la historia demuestra cómo la unión entre religión y política ha sido tortuosa, conflictiva y sangrienta.
A esta mezcla se suma una economía salvaje —tanto de izquierda como de derecha— que ha desvirtuado la esencia del Estado y de la fe. Los “guerreristas” de ayer y hoy buscan el sometimiento de los pueblos con fines diabólicos.
Mateo 23:27-32 — “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia… Así también vosotros, por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.”
La Biblia misma denuncia a los hipócritas que predican agua y beben vino, ocultando corrupción bajo un manto de santidad.
En este mundo, muy pocas cosas quedan ocultas. Quienes hoy masacran en nombre de Dios, tarde o temprano caerán en su propio barrial. La humanidad despertará, y será el pueblo quien decida quiénes manejarán la economía global, modernizando el capitalismo, el socialismo y el comunismo desde una visión más humana y ética. La luz perpetua tocará las almas asesinas, y las bendecidas iluminarán —aunque tarde— el destino de nuestra especie.



