Observando de manera detenida el “Reloj Público” de Cartagena de Indias desde el emblemático “Camellón de los Mártires”, no sólo pude percibir que sus manecillas siguen detenidas en el tiempo muy a pesar de los esfuerzos que se han hecho para que marquen la hora exacta y para que su deteriorado sistema no nos siga avergonzando ante propios y turistas.
En esta ocasión no me voy a referir a la “trillada” y burlesca expresión con la que se comparan las diferentes horas que marca el Reloj por cada una de sus caras con las muchas que igualmente tienen ciertas personas dependiendo de cada ocasión.
Voy a referirme es al paralelismo que a mi mente vino para comparar el comportamiento de gobernantes y políticos con el desatino que desde esta Torre se pretende indicar a la ciudadanía el transcurso de las horas del día.
El “Reloj Público”, erigido sobre una añadidura empotrada a la histórica muralla, es tan alto e inalcanzable como lo son también los gobernantes; sólo puede mirarse de lejos, y además, son pocos los que a él pueden acercársele para “moverle las manecillas”, “darle cuerda” y ponerlo a funcionar, así sea con una hora errada.
Pero también el “Reloj Público”, como gobernante o político en campaña, tiene momentos, aunque pocos, en que por sus cuatro caras da la hora correcta; no se “para”, y todos están contentos por lo que ven; pero sobrevienen otros momentos, en que ya no funciona muy bien, comienza a fallar y empieza a mostrar horas diferentes por cada una de ellas al igual de las diferentes que muestran políticos y gobernantes una vez se encuentran en el “trono”.
El postrado estado de deterioro en el que se encuentra desde hace mucho tiempo el funcionamiento del legendario “Reloj” es muy similar en el que se encuentra la administración de la ciudad por causa de sus malos gobernantes; que al igual que las intenciones que se han venido haciendo para arreglar esta máquina del tiempo, tampoco las que de tiempo en tiempo se han venido haciendo a través de las urnas para arreglar la ciudad han funcionado.
No se ha podido encontrar el mecánico que haga que horario y minutero funcionen de manera adecuada, tampoco el que gobierne bien la ciudad.
Probablemente, como el “Reloj Público”, pueda que el gobernante tenga una cara agradable, una cara por la que marca la hora correcta, la cara que muestra o tiene para ciertos medios de comunicación y ciertas comunidades, para determinados círculos sociales y políticos, y para sus amigos y familiares, pero sobre todo para los que lo hayan financiado en campaña política, para los que lo hayan ayudado a que lo nombren y para los que son privilegiados con la contratación pública. Para estos, la hora del “Reloj” siempre será la correcta.
Pero hay otras tres caras del “Reloj”, caras que marcan horas diversas, horas incorrectas, horas que decepcionan, son las caras que como la de los políticos o los gobernantes se manifiestan para cada ocasión.
Hay una cara con la que dicen que todo lo están haciendo bajo los parámetros y compromisos de transparencia, pero que va, al poco tiempo se descubre que no es así. Hay una cara con la que “se le baila el indio a ciertos dirigentes y amigos” que no son de sus afectos o intereses; y otra cara con la que le hacen creer a familiares que sus acciones están bien encaminadas.
Pero, finalmente, ¿Cuándo llegará a la ciudad el buen mecánico que como al “Reloj Público” lo ponga a funcionar de manera adecuada por todas sus cuatro caras?