QUE FRÍOOO!!!
Muchos hemos escuchado o leído la historia del tipo latino que va a Canadá en invierno y los primeros días se maravilla con la belleza de la nieve, pero después de sufrirla por muchas semanas termina odiándola y deseando regresar a su hogar en la Argentina.
Para mí, y seguramente para muchos latinos provenientes de los trópicos, el clima es uno de los retos más importantes para adaptarse a la vida en Alemania. Sobre todo si usted, como yo, viene de tierra caliente.
Cuando usted está acostumbrado a una temperatura media de 30 grados y tiene que salir a la calle a hacer su vida normal y estudiar o trabajar a temperaturas por debajo de los 10 grados durante la mayor parte del año, incluyendo temperaturas bajo cero durante al menos los 3 meses del invierno, puede llegar a cuestionarse seriamente porqué no se quedó en su cálida tierra natal.
Porque una cosa es ver la nieve desde la comodidad y calidez de su casa o incluso ir a divertirse o hacer deporte en la nieve, y otra es salir a su estudio o trabajo a temperaturas bajo cero, en especial si lo hace en bicicleta o caminando, como suelo hacerlo yo.
Casualmente me propuse caminar al menos 5 kilómetros diarios en este 2021 para aligerar un poco mi peso corporal, por lo que voy y regreso al consultorio caminando, cruzando el río Main sobre alguno de los 3 puentes que hay en el trayecto entre mi casa y el consultorio. Son 2,5 kilómetros de ida y los mismos de regreso, entonces me ha caído al pelo.
Y no obstante ya he pasado varios inviernos acá y por fortuna éste no ha sido el más frío, me ha costado trabajo. La piel de las manos, sobre las articulaciones de los puños y de los dedos, se me reseca tanto que se agrieta y sangra. La piel de los antebrazos y de la nuca parece de cartón.
Los alemanes dicen que el problema no es el frío, sino como te abrigas. Por recomendación de mi dilecto amigo el músico Jorge Porras, colombiano que vive en la ciudad de Mainz, a unos cuantos kilómetros de Frankfurt, desde la primera vez que vine a Alemania uso ropa interior térmica. «La de las películas de vaqueros» me dijo. Por fortuna ya no es enteriza con la abertura atrás para cuando el cuerpo exige deshacerse de lo que ya no necesita, si no que vienen separados la camisa y el pantalón.
Puedo imaginarme como sería en épocas remotas, cuando no había calefacción. Conseguir y conservar un lugar para resguardarse, alimento y fuego, y protegerse de los demás animales y humanos era cuestión de vida o muerte. Y ello requería cooperación y planificación.
Mientras que en los trópicos nuestros antepasados, en cualquier momento del año, sólo necesitaban estirar la mano y tomar una fruta para alimentarse. Posiblemente la cooperación y la planificación no eran tan vitalmente necesarias.
Hace mucho leí que las diferencias corporales entre los que provienen de las zonas más alejadas del Ecuador terrestre y los que provenimos de los trópicos (estatura, proporciones, fuerza muscular) podrían ser explicadas por las diferencias en los climas y demás condiciones ambientales. El clima inhóspito de las zonas más lejanas al Ecuador terrestre forzaron la selección natural de los más grandes y fuertes y que podían huír más rápido o defenderse mejor de sus depredadores.
Ahora pienso que buena parte de las diferencias culturales también pueden ser explicadas bajo la misma hipótesis. Las casi invivibles condiciones ambientales forzaron la selección de los grupos de humanos que aprendieron a cooperar, a tener relaciones basadas en la confianza y a planificar.
Nuestra cultura tiene un muy fuerte componente de inmediatismo. El horizonte más largo de planificación para la mayoría de los asuntos no excede un par de semanas o meses. Cuando una empresa desea planificar (o, en la mayoría de los casos, debe hacerlo, por exigencias normativas, compromisos contractuales o para certificar su sistema de calidad, por ejemplo) se ve obligada a contratar «expertos» que deben «motivar» a los colaboradores para participar en el proceso. Luego se imprime el plan con una bonita portada de colores y se guarda en el escritorio hasta que sea necesario volver a empezar el proceso. El sólo hecho de que la planificación se haya elevado a obligación normativa en mucho sectores de nuestra economía es una muestra de nuestra dificultad para planificar.
Por el contrario para los alemanes la planificación se da de manera natural. Todos los aspectos de su vida diaria y sus planes a mediano y largo plazo son producto de esa habilidad. Por ejemplo, mi cuñado alemán Phillipp tenía desde noviembre el plan detallado de actividades y menús de las fiestas decembrinas que pasamos en familia. Lo hacen espontáneamente y sin mayor esfuerzo. Si usted es lo suficientemente observador, podrá notar que su capacidad de planificación se extiende hasta a los detalles más elementales de sus vidas. Realmente admirable.
¿Cómo sería si nosotros tuviésemos una pizca de esa habilidad? ¿Si no nos dejáramos coger siempre con los pantalones abajo? Un aspecto interesante de la cultura alemana cuya imitación conviene considerar.