El 22 de marzo 10 personas fueron asesinadas en Boulder, Colorado. Esta es la séptima masacre que ocurre en Colorado desde 1982. También es la segunda masacre que ocurre en el país en la última semana, pues el 16 de marzo un hombre asesinó a 8 personas en Atlanta, incluyendo 6 mujeres asiático-americanas. Según algunos testigos del tiroteo en Boulder, la frecuencia con que ocurren estas masacres ha provocado en las personas una mezcla de insensibilidad ante los tiroteos masivos y un miedo terrible a que la próxima masacre ocurra en su comunidad, pero también, en mi opinión, un análisis reduccionista de las razones por las cuales ocurren estos tiroteos.
¿Por qué hay tanta violencia armada en Estados Unidos y porque esa violencia es significativamente más alta allí que en otros países? La respuesta obedece a que las limitaciones para para adquirir y portar armas de fuego en Estados Unidos son prácticamente inexistentes. De hecho, la Segunda Enmienda de la Constitución establece que ningún gobierno (federal, estatal o local) puede restringir el porte de armas. Por esta razón, Estados Unidos es el único país en el planeta en el que hay más armas que personas civiles. Según una encuesta realizada por el Instituto de Altos Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra, en el 2018 en EE.UU había aproximadamente 120 armas por cada 100 civiles.
A pesar de los numerosos casos judiciales y las protestas masivas, los debates sobre el porte de armas en el congreso nunca van a parar a ningún lado. En estos debates las regulaciones que se han discutido son ridículas teniendo en cuenta la gravedad de la situación: crear un registro nacional de armas de fuego, verificar antecedentes penales a los compradores de armas, imponer un periodo de espera para la compra de armas (con la idea de que los compradores se arrepientan). En un país que tiene tantas armas de fuego en circulación, que en realidad necesitaría ser desarmado, estas medidas resultarían poco significativas. Aún así, ha sido imposible aprobarlas, no porque la gran mayoría de los estadounidenses apoyen el control de armas, como con frecuencia dicen los medios, sino por el poder que tiene la NRA, o la Asociación Nacional del Rifle.
La NRA fue fundada en 1871 por dos veteranos de la Guerra Civil que se proponían promover el uso de rifle con motivos científicos. Sin embargo, en 1934 la NRA comenzó a ejercer presión política de manera organizada y sistemática enviándole a sus miembros información sobre proyectos de ley relacionados con el porte de armas de fuego. En 1975, la NRA comenzó a influir en la política de manera directa a través de un grupo de presión llamado el Instituto de Acción Legislativa. En 1977, la asociación creó su propio grupo de presión: el PAC o Comité de Acción Política, que se encargaba de canalizar fondos para los legisladores.
Hoy en día la NRA tiene un presupuesto de aproximadamente 250 millones de dólares al año, de los cuales destina al menos 3 millones para influir en la política de armas, es decir, para financiar la carrera política de legisladores republicanos que, una vez electos, votan en contra de las medidas de control de armas e incluso se convierten en activistas a favor de que la Segunda Enmienda no sea derogada. El poder de la NRA comprueba que la influencia económica y política de la industria de las armas en Estados Unidos y en el resto del mundo es inimaginable.
El pasado 17 de marzo María Fernanda Cabal, junto con otros miembros del Centro Democrático, radicó un proyecto de ley que propone flexibilizar el porte de armas en Colombia. La propuesta busca suspender los permisos de porte de armas de fuego y dar potestad a las autoridades militares para expedir permisos especiales. El argumento de Cabal es que el acceso a las armas permite a los colombianos protegerse de manera personal. Sin embargo, es claro que el porte de armas nunca será la solución para enfrentar el crimen. Además, los grupos políticos que ejercen presión para favorecer la desregulación de las medidas de control de armas a menudo están movidos por intereses económicos. Valdría la pena utilizar el caso de Estados Unidos para comprender el entramado de intereses y motivaciones detrás de este proyecto de ley y asimismo dimensionar las consecuencias tan nefastas de flexibilizar el control de armas en un país en el que, con 6.000 licencias legales para el porte de armas, solamente en el 2020 ocurrieron 91 masacres que cobraron la vida de 381 víctimas.