Parece que se diera espontáneamente en nuestras tierras del San Jorge y la Sabana. El mango es nuestra manzana y como tal, a veces, la fruta de la discordia. Es para muchos, no pocos, una fuente de ingresos, que al final de la época de sequía que es cuando fructifica, remedia mínimamente los ingresos de los más necesitados de estos vastos territorios, donde el empleo es escaso y las necesidades son ingentes.
Entre los meses de marzo y mayo, cada año, llegan en romería cientos de camiones a comprar mango de hilaza, también conocido como mango de puerco o mango criollo. Lo recopilan para llevarlo a los centros industriales de transformación, principalmente para jugos, esos que venden costosamente en vistosas cajitas.
El negocio es muy simple, los recolectores venden el producto por canasta, cada una de ellas puede pesar en promedio 15 kilos y la pagan a $ 2.500 (US $ 0.64). Ahora, recolectar una canasta y llevarla hasta el comprador implica cuarenta y cinco minutos de trabajo. Es decir, que para hacerse a un día de salario mínimo legal vigente se deben recolectar 12,3 canastas, que implican 9,2 horas de trabajo. Sin dejar de anotar que un kilo de esta fruta saldría en $167 (US $ 0.042), suma irrisoria en todo el sentido de la palabra, tanto aquí como en Cafarnaúm.
Bajo estas circunstancias ni se percibe un salario legal, ni la fruta tiene valor real. En este negocio las utilidades son recibidas por los intermediarios, los transportadores y mucho más por los procesadores, por cierto, foráneos.
La necesidad es tan grande que los lugareños se ven en la obligación de subsistir y estos ingresos, que desde luego son ruines, les ayudan a mitigar su realidad socioeconómica. Sin ser muy acuciosos se ve de lejos que el potencial comercial del mango es valioso, que podría ser en términos justos y con los valores adecuados y con la transformación pertinente una gran redención para las regiones productoras.
En el San Jorge, en esta temporada, se extrajeron unas 3.000 toneladas de mango, según dicen en la zona. Una cifra importante si se mira con detenimiento y se proponen formas viables, rentables y locales de darle valor agregado, lo que a la vez incentivaría su producción y su industrialización in situ.
Sobre los procesos de transformación del mango existen múltiples investigaciones, que relacionan la producción de pulpa pasteurizada, pulpa escaldada y ultra-congelada, néctar, mermelada, fruta deshidratada, fruta enlatada, harina de cáscara, harina de almendra, vinagre y vino. Sus opciones son variadas, sus posibilidades agroindustriales son amplias.
Es doloroso ver este sistema nocivo de explotación y ver las consecuencias sociales que de ello se derivan: más pobreza y explotación, desvalorización de la producción y del trabajo. Si bien el mango se da libremente en apariencia, sin inversión apreciable, sin manejo técnico y su fruta pareciera a simple vista carente de costos, la verdad es que no se le da el valor justo, porque los intermediarios y los procesadores lo ven como un procedimiento simple de recolección y no como una producción que merece su justa valoración.
Queda aquí, a modo de propuesta inicial, una posibilidad de redención agrícola que merece ser examinada oficialmente. Nuestra Universidad Pública con su capacidad investigativa y con el apoyo necesario podría, por cierto, ser de gran utilidad para redimir esta abrumadora situación productiva, siempre y cuando se le financie para ello.
También, oficialmente, como paso inicial que permita comenzar un sistema de valor, debería explorarse o adelantarse la creación de la asociación de productores frutícolas de la región y buscar los recursos para montar la planta de proceso que les permitiera obtener valor agregado, ingresos justos y la posibilidad de llegar a mejores mercados, bien sean nacionales o internacionales.
Se debe tener en cuenta que no solo existe el mango, que otras frutas, por ejemplo: corozo, guayaba, guanábana, coco, ciruela, anón, mamón y papaya, entre otras, están en la misma situación o en peores circunstancias, ellas también poseen un excelente potencial económico y están igualmente dejadas a la deriva socioeconómica sin que sean bien valoradas comercialmente, en detrimento de los productores, de la población local y del desarrollo regional tan necesario.