Al comenzar el año es importante evaluar nuestras relaciones para que los sentimientos, las emociones y ese mundo complejo que es el corazón, lo examinemos para que nos atrevamos a mirarnos por dentro sin presionarnos, maltratarnos, juzgarnos o reprocharnos.
El corazón es a veces un enredo de emociones, ideas y sentimientos que pueden ser confusas aún para nosotros mismos. Conocernos es una tarea a la cual no le dedicamos mucho tiempo.
Cuando ignoramos cómo somos, podemos cometer errores que dañan, alejan y decepcionan a muchas personas que amamos y sin darnos cuenta podemos repetir esos errores durante toda la vida.
Es importante que al iniciar esa evaluación reconozcamos primero los dones maravillosos que nos fueron dados y que a veces desconocemos, pasamos por alto o desaprovechamos. Empecemos siempre por reconocer lo bueno en nosotros, en nuestra pareja, en los seres que amamos y en las personas que nos rodean.
Para hacer este análisis de nuestras relaciones amorosas vamos a realizar un paralelo entre los males del cuerpo y los males del alma. Muchos científicos han estudiado la asociación que existe entre ciertas enfermedades y los estados emocionales por los que está pasando una persona y está demostrado que el cuerpo habla lo que la boca calla.
Por ejemplo, cuando una persona tiene problemas de tensión alta puede sentir fuertes palpitaciones en las venas de la cabeza, cambios en la visión, dolor de cabeza, náuseas… o también pueden ser hipertensas sin presentar síntomas, pero están enfermos por dentro y a expensas del enemigo silencioso que les puede causar daños irreparables.
Lo mismo le puede ocurrir a nuestras relaciones. Al hacer un paralelo entre los síntomas de tensión alta en el cuerpo y tensión alta en el alma, podemos decir que si tenemos iras reprimidas probablemente vivamos de pelea con la vida esperando el momento del desquite.
En una persona hipertensa la sangre está reprimida en las venas y si no toma las medidas adecuadas puede llegar a sufrir un infarto, un derrame o un aneurisma y ocasionar una tragedia irremediable.
Lo mismo pasa con el alma y las emociones. Cuando tenemos situaciones que nos molestan o que consideramos injustas y no las procesamos, se van acumulando y acumulando hasta ocasionar una represión que es un como un volcán que estaba quieto pero el día que entra en erupción emana desde su interior ceniza, lava, piedra, candela y gases tóxicos que usualmente ocasionan un “desastre sin precedentes”.
Muchas personas no saben comunicarse asertivamente, tal vez porque eso fue lo que vivieron y aprendieron de manera errónea. Agreden con palabras ofensivas, humillantes o soeces que hacen llorar, llevan a la confusión y humillan. Otros llegan a los gritos e incluso a los golpes y lo más triste es que si no se solucionan esos comportamientos pasarán de una generación a otra.
Si procesamos adecuadamente estos estados y les damos un cauce correcto a través de la razón y el corazón, lograremos sacar de manera acertada lo que llevamos dentro y creceremos en misericordia, madurez y fortaleza. Cuando no logramos sacarlos creceremos, pero en resentimiento, amargura, rabia contenida y nos comportaremos como hipertensos emocionales.
La solución comienza cuando te das cuenta que no te puedes controlar ni manejar esas emociones. Las dificultades no están hechas para derribarnos sino para hacernos crecer y ser mejores personas con nuestra pareja, con los seres que amamos y con nosotros mismos.