El país entra en la etapa que más les apasiona a los colombianos: la política. El 2025 será el año en el que las fuerzas políticas buscarán un candidato, y sabemos que en nuestro panorama hay de todo: aspirantes de las extremas derecha e izquierda, otros camuflados como progresistas, los representantes de los raídos y obsoletos trapos azul y rojo, y los no tan santos Cambio Radical, Centro Democrático, Partido Verde y Partido de la U.
Llevamos la bandera de ser un país político por excelencia. En los corrillos del lleva y trae se observan los llamados politicastros: los hay por montones, se la juegan por sus afines, opinan de lo humano y lo divino, y defienden a ultranza ideologías de izquierda, centro o derecha. Son capaces de actuaciones peligrosas por la defensa de los ideales de su amo y señor, incluso sin conocerlo o sin ser su amigo, y, lo peor, sin un conocimiento profundo de lo que expresan.
Ahora surge una nueva coalición con un partido político que busca encarar las elecciones de 2026 para la Presidencia y el Congreso. Han escogido un nombre que pocos pueden encarnar: ALMA (Alianza por la Libertad Moral y la Acción). No sabemos si realmente la tienen, pero así se denominan. En sus cuentas alegres, afirman tener cautivos más de dos millones de votos y estar conformados por partidos minoritarios como Alianza Democrática Amplia, Colombia Justa y Libres, Veteranos por Colombia, ASI, Colombia Renaciente y el Partido Digital.
Algunos de estos partidos suelen convertir los avales en un negocio redondo. Como los partidos tradicionales tienen sus entruques con los mismos de siempre, aquellos que aspiran pero no tienen poder —aunque sí dinero— se acercan a negociar el famoso aval.
Actualmente, vemos expresiones que rayan en la destrucción del país, como si no tuviésemos suficientes problemas de antaño. Varios seudosindicalistas o politicastros incitan a la violencia. El presidente de la CUT pidió un estallido social, amenazando al empresariado y al Congreso si no hay avances en políticas públicas para la redistribución de la riqueza y la restitución de derechos laborales, como si la violencia fuera la solución, tal como sucedió en 2021. Por otro lado, un cuestionado diputado de derecha del departamento de Sucre incita a los gremios y a la sociedad civil a tomar vías de hecho por el no cierre de Cara e’ Gato, sin reconocer que el problema y el desvío de recursos para dicho cierre vienen de hace más de 40 años.
Otros creen que pueden denigrar al Estado con violencia verbal y hostigamiento agravado, mientras políticos en campaña buscan votos mediante la estigmatización del proceso de paz. En lugar de construir una paz verdadera, se centran en la polarización. Lo que realmente se necesita es un candidato presidencial con perfil de estadista, con propuestas sociales y económicas sólidas que busquen resolver problemas heredados por décadas, fortalecer la empresa, generar empleo y bienestar, y minimizar la guerra con acuerdos reales.
A los políticos les gustan las encuestas, y ellas, desde ahora, serán las principales beneficiadas. Las firmas encuestadoras más conocidas saben cómo direccionar las preguntas y por qué medios efectuarlas para posicionar mejor al que más paga. Otras, de provincia y sin reconocimiento, elaboran encuestas con información falsa para el mejor postor. Si analizamos las últimas encuestas nacionales, nos encontramos con personajes cuestionados que lideran la intención de voto para 2026, muchos de ellos provenientes de las mismas castas políticas que han ostentado el poder por generaciones y que saben manipular la opinión pública con encuestas amañadas. El problema es que todos prometen una cosa y, cuando ganan, gobiernan con otra.