Cónclave como en modo Junior: Mucha emoción, pero hay que esperar la final. Puro misterio: El cónclave es más cerrado que tienda en Lunes Santo. Los cardenales: Ni celular, ni chisme, solo votadera.
Un relato de cualquier grupo de mansitos del barrio, hablando del evento que inicia mañana 7 de mayo en el Vaticano, cuando será la elección del nuevo Pontífice en reemplazo del papa Francisco.
Oye, compae, lo que pasa en el Vaticano mañana será como cuando los coles del barrio se encierran pa’ jugar dominó en secreto, pero en vez de frías van a elegir ¡al nuevo papa, joa, nada más y nada menos! Esa vuelta se llama el cónclave, mi llave, y eso es una vaina seria, pura solemnidad, sin chance de meterse un chicharrón ni un raspao mientras deciden.
Te la pinto así: los manes —que allá no se llaman ñeros, sino cardenales— vienen de to’s lados de la bolita del mundo. Los encierran a toditos en la Capilla Sixtina, que no es una sala cualquiera, no señor. Pillé en internet que esa iglesia tiene unos cuadros frescos pintados, una vaina que ni el Carnaval de la 44 en Barranquilla. Antes de arrancar con la votadera, porque esos van a hacer votar, hacen una misa superespecial, como pa’ ponerse en contacto con Papá Dios. Imagínate, después de la misa ya pueden chatear con Dios y comienzan a dejar atrás el chismerío del mundo exterior.
Eche, ahí dentro no hay WhatsApp, ni señal de internet, ni ná. Compa, no sé cómo hacen, esos manes están más incomunicados que uno cuando se le cae el internet en pleno clásico Junior vs Nacional. Pero después de la misa, se conectan con Dios. Imagínate, se hospedan en un lugar que es bien elegante, llamado Domus Sanctae Marthae. Eche, pero el video TikTok dice que eso es en la casa de Santa Marta. Tú lo dijiste en latín: “esa pepa te hizo efecto rápido”, como decir que duermen en un hotel como de 50 estrellas, dentro del mismo Vaticano.
Pero la votadera es secreta, como cuando uno esconde la ficha que te pone firme. Votan una, dos, hasta tres veces si es necesario, como cuando hay empate en el béisbol, pero acá es votando, hasta que por fin se ponen de acuerdo. Y aquí es donde entra el show de la fumata, del humo. No te emociones, cole: fumata, como dicen allá, si sale humo teñido negro, eso es cuando todavía están enredaos, así como cuando tú estás en la cola del Transmetro en hora pico y no ves la entrada para tu bus. Después, si sale un humo blanco… ¡ñerda, se pusieron de acuerdo! Alguien ganó y dicen: ¡Habemus Papam! Eso quiere decir en español, o en corroncho —como tú entiendas— que ya hay papa nuevo.
Después de eso, sueltan el anuncio desde el balconazo, como la lectura del Bando, pero en la Basílica de San Pedro. Como quien dice: “¡Hey coles, tenemos jefe nuevo!”. Y el man (el nuevo papa, pues) sale y saluda a todo el combo, da su primera bendición, y el gentío que está abajo grita más que en una final en el estadio Metropolitano.
Píllatela así: sin tambora, sin cumbiamba, porque es una vaina con toda la solemnidad del caso. El Vaticano se lanza su fiestecita bien sagrada, por cierto. ¡Una ceremonia muy seria!