Está próximo a ser concluido el ‘Viaducto del Gran Manglar’, el más grande del país y el cuarto en América Latina, de 4,7 km y que costará 1,7 billones de pesos, como hemos mencionado antes.
Esta gran inversión se hizo para no tocar el manglar de la orilla de la ciénaga aledaña a la vía y para no talarlo ni rellenarla, porque la ley no lo permite. Al menos, no se lo permite a ciertas entidades y personas, porque en el caso de algunos invasores la ley mira para otro lado, y parecen oírse carcajadas de fondo no solo cuando alguien denuncia estos rellenos, sino cuando se mencionan los que están a la orilla de la vía entre La Bocana y La Boquilla, o entre algunos de los caños que van de la Ciénaga de la Virgen al mar Caribe.
Pero la risotada es aún mayor con respecto al manglar entre Tierrabaja y la Ciénaga mencionada, que ha sido arrasado casi del todo sin que haya pasado nada. Estos no son rellenos de pobres, hechos con basuras vaciadas por carretillas manuales o ‘carromulas’, sino ejecutados por una organización ilegal sofisticada, que se vale de personas locales para que den la cara, mientras flotas de volquetas pasan por las vías principales, con o sin retenes, con o sin policías, y desocupan sus cargas a buen ritmo y sin impedimento.
Quienes rellenan las orillas del caño Juan Angola, que son invasores de diversos estratos según el lado del caño, y que lo tienen acabado y segado, parecen unos principiantes al lado de los anteriores.
La Dimar acaba de proferir fallos contra algunos edificios por construir en bajamar a la orilla de la vía antes mencionada (entre La Bocana y La Boquilla), y le impuso multas cuantiosas, pero ninguna entidad parece haber notado que justo enfrente otros invasores rellenan el manglar a plena luz del día y con impunidad absoluta. Lo vienen haciendo durante varias administraciones distritales sin que ningún alcalde ni autoridad haya hecho algo al respecto, como tampoco lo han hecho con el mangle talado y rellenado frente a Tierrabaja.
Todo sugiere que frente a los rellenos de los distintos manglares en caños y lagunas hay desde desidia y omisión, hasta una bien engrasada y conectada maquinaria ilegal que hasta ahora ha sido intocable.
Las distintas autoridades deberían sentir vergüenza porque por un lado la ley obliga a construir un viaducto billonario y también multa edificios, mientras por el otro cierra los ojos para que puedan destruir el manglar. Esta dicotomía absurda también la deberían examinar las ‘ías’ centrales, que han sido tan diligentes en otros frentes locales.