Este domingo 6 de mayo, los cartageneros acudiremos a las urnas para elegir el Alcalde que ha de terminar el periodo para el cual fue elegido en su momento Manuel Vicente Duque Vásquez, aún privado de la libertad en la cárcel de Sabanalarga Atlántico.
Lo que se percibe en el ambiente de la ciudad es que la abstención seguirá reinando y será un porcentaje mínimo de ciudadanos los que decidirán el futuro de la ciudad; esa manifestación de indiferencia permite que quienes manejan el sistema clientelar lo aprovechen a sus anchas para hacerse elegir, con capitales de financistas aportantes, que por lo general nunca son relacionados en la rendición de cuentas y que luego el alcalde elegido tendrá que pagar con recursos del erario.
No podemos llamarnos a engaños pero es mucha la desconfianza que gran parte de la ciudadanía no solo de Cartagena, sino también de actores estratégicos a nivel nacional con intereses en la ciudad, tienen sobre los candidatos que aparecen como los más opcionados para llegar al Palacio de la Aduana, de allí que medios de comunicación con gran audiencia nacional se hayan ocupado en los últimos días del proceso electoral local, las prácticas que se están utilizando y por ende los resultados que se den este domingo.
Considerando el corto periodo de gobierno que tendrá el nuevo alcalde, si realmente está bien intencionado, deberá sentar las bases para que la ciudad se enrute hacia un desarrollo social y económico sostenible que permita tener una mejor calidad de vida.
Igualmente tratar de recuperar la confianza y credibilidad de los ciudadanos, teniendo en cuenta que son variados y multimillonarios los proyectos que se vienen y las decisiones donde el señor alcalde tendrá injerencia directa.
Sería de buen recibo que la nueva administración defina de entrada los principios y valores como rectores en todas las acciones del equipo de gobierno, y para que ello no se convierta en un canto a la bandera, debe partir con el buen ejemplo que debe dar el alcalde mayor, gobernando con austeridad, manejo pulcro y transparente de los recursos públicos, así como claridad en todas sus actuaciones.
El próximo 6 de mayo se refrendará si continuamos por el camino del despeñadero por donde hemos venido transitando últimamente o si se toma un nuevo aire que mire prioritariamente aquellos sectores que viven en la desesperanza y que de no atenderse oportunamente seguirán inflando esa bomba de tiempo social que nos puede explotar en el momento menos pensado.
Si analizamos la actualidad y observamos los niveles de pobreza, inseguridad, calidad educativa, deterioro ambiental, empleos precarios signados por la informalidad, debemos concluir que algo o mucho no se ha estado haciendo bien, que la orientación de la ciudad no ha sido lo mejor y en esto nadie puede rasgarse las vestiduras.
Llegó el momento para corregir el rumbo de Cartagena, aunque el panorama que se avizora no genera optimismo; no podemos aspirar a que las cosas cambien cuando se utilizan los mismos procedimientos para hacerse elegir.
Una ciudad con nueve alcaldes en los últimos seis años, con gran parte de los concejales presos, con la Contralora Distrital igualmente detenida, es una muestra de la degradación que estamos viviendo, donde organizaciones políticas en alianzas con grupos o “carteles delincuenciales” se han apoderado de la administración pública.
El objetivo de los candidatos no debe ser llegar a cualquier precio, sino estar en disposición de poder ejercer el poder con libertad, para bienestar de todos los ciudadanos, de lo contrario vendrán las sanciones disciplinarias o tomarán la ruta que va del Palacio de la Aduana a la Cárcel de Ternera u otro lugar de reclusión. Los ejemplos saltan a la vista.