Los Colegios de abogados, han servido para estatuir reglamentos de estudios científico-jurídicos y sanciones contra litigantes por mal actuar profesional.
En cuanto, a la lucha pecuniaria que auxilie oficialmente el ejercicio litigioso ante el Gobierno Nacional y la Rama Judicial, en su parte administrativa, quedaron cortosísimos, debe decirse, porque es el sentir nostálgico del gremio, han fracasado en el intento, si alguna vez hicieron, han sido invisibles, logrando que los abogados quedemos con el bozal puesto, ni modo reclamar mejores condiciones laborales, porque una sola golondrina no hace verano y menos uno tan exigente de lograr que los abogados litigantes, como mínimo, al iniciar un caso, tengan para comprarse una libra de arroz o pagar el recibo del gas, que es el más barato.
Más del 50% de los abogados inscritos arrancan sin un peso en sus asuntos litigiosos, generando una profunda tristeza, incertidumbre, hasta desplantes, inician batallas jurídico-procesales, enfrentados, especialmente, con guardianes del Estado, inmisericordes en muchos casos, que devengan sueldos, relajados, cómodos en sus escritorios, mientras el pobre Juan, rompiéndose el cuero en el asfalto, andando como un loco, de aquí para allá, de allá para acá, como sentencia la canción, dando holas en las calles, suda ‘Os y hasta caminando distancias entre juzgados y juzgados cada vez más largas, porque hasta los despachos se los alejaron, eso no lo reconoce ni ve el cliente.
Busetas, taxis, parqueaderos, a pie, chupando sol y agua, como Simón Bolívar en su caballo, de hierro y cemento. Pero lo más bonito, es que al final del día, queda la satisfacción del memorial radicado y el deber cumplido, esperando decisiones judiciales que durarán meses, quizás y es lo más lógico dentro de lo anormal de la praxis judicial, durarán sus añitos en los anaqueles de los juzgados, sin proferir victorias o derrotas. Como me dijera un docente cuando cursaba mi carrera, “La vida útil de un abogado, son dos procesos ordinarios”, yo le agrego, “De ahí para allá, son ganancias”.
No hay derecho, en el Registro Nacional de Abogados, deben estar inscritos más de 400 mil abogados, logrando tener Colombia, la cifra de 380 abogados por cada 100 mil habitantes, superando a países como Francia, en cuatro veces más (Artículo de Legis-Ámbito Jurídico, de fecha 17 de septiembre de 2018), es decir, el nuestro, produce togados como arroz y no es cuento chino, es la realidad, paradójicamente la profesión es ingrata con aquellos que la ejercen de forma particular, siendo la mayoría.
El Abogado, es una empresa, sin incentivo estatal, que gana los honorarios con angustias permanentes, pero pagadora de impuestos, genera empleo, mueve la economía, crea justicia, aporta a la grandeza de la Nación, ahí está el detalle, del abogado nadie se acuerda y termina siendo el malo del paseo.
El llamado también va al Consejo Superior de la Judicatura para construir inclusión; ejemplos: por admisiones de demandas, mandamientos de pagos, denuncias o conceptos jurídicos coadyuvantes de solicitudes ante cualquier autoridad pública, otorgárseles beneficios ínfimos, salidos del mismo arancel judicial, serían opciones porque los abogados somos una empresa que no vive de la cuota litis, forma de pago creciente de los clientes, debido a la crisis económica y ahora con la Covid-19, abordo, peor. Auxilio urgente a litigantes.