El momento histórico por el que pasa nuestra sociedad ha dejado grandes enseñanzas a cada unos de los entes que ocupan un espacio en este planeta.
El gremio de la salud se ha convertido en uno de los puntos claves para combatir la pandemia y si bien se ha logrado un poco de sensibilidad respecto a lo difícil que es ser galeno en un país con una evolución poco favorable del papel médico en la sociedad, con maltratos por parte de los pacientes, abusos laborales y perdida de la dignidad humana, aún falta mucho camino en el proceso de entender porque debe ser una de las profesiones que exigen respeto empresarial, remuneración adecuada y lo más importante un valor privilegiado en el entorno comunitario.
Cuando decidí ser médico no lo hice pensando en ser millonario simplemente quise ayudar un poco al ver todas las necesidades en cuestión de salud que tenía mi pueblo y al notar el sufrimiento de mi madre cuando me contaba que mi hermano murió de gastroenteritis por no tener una atención en salud; algunos tomarían esta decisión por herencia familiar, linaje o estatus, pero quienes lo hicimos por convicción merecemos respeto por nuestra profesión.
La salud se ha convertido en un negocio donde si no ves la cantidad mínima de pacientes por hora tendrás a tu jefe como una pesadilla detrás de ti evaluándote con indicadores o haciéndote sentir que tu trabajo como máquina de ver personas no es suficiente y lo más seguro es que perderás tu empleo por simplemente ser humano.
Los pacientes en medio de su dolor y angustia no entienden que detrás de esa bata blanca esta un individuo que siente miedo, hambre, frio y quizás lleva días sin ver a su familia en medio de esta Pandemia por el temor de infectarlos y convertirse en vector de la enfermedad.
Hace falta un trabajo social por parte de cada uno de los colegas quienes debemos hacer valer nuestros derechos y exigir garantías, porque si bien juramos proteger la vida por encima de cualquier cosa, no podemos olvidar que nuestras familias nos esperan vivos, nuestros hijos quieren que los veamos crecer, nuestros amigos tienen un abrazo pendiente y algunos en este intento por ser héroes han perdido la batalla y en unos pocos meses o quizás años solos serán un numero en la estadística porque si algo tiene nuestro país es la falta de memoria.
Según cidras de la Organización Panamericana de la Salud cerca de 600 mil trabajadores de la salud se han infectado y 2 mil 500 han muerto por COVID-19 en las Américas. En Colombia Desde el 11 de abril, cuando se confirmó la muerte de Carlos Fabián Nieto en Bogotá, la pandemia ha cobrado la vida de casi un centenar de nuestros colegas.
El gobierno hace algunos meses envió un subsidio que comparado con las cifras que devengan senadores o personajes políticos es insignificante sin desmeritar su “honorable trabajo” pero evaluando el riesgo al que nos sometemos cada día enfrentando a un enemigo microscópico que ha mostrado el punto mas vulnerable de nuestra sociedad colombiana el cual en mi concepto es las brecha social y la falta de empatía por el bienestar grupal de los individuos.
No sabemos con exactitud cuando será el descenso real de esta Pandemia y debemos prepáranos para convivir en el contexto del COVID–19 como lo hemos hecho con otras enfermedades pero lo que sí puedo asegurar es que cada uno de los “Héroes de la Salud“ ha pensado en su angustia más profunda si vale la pena seguir luchando por una sociedad que no apoya y por el contrario juzga y se olvida de la parte humana.