No es mucho lo que hay que averiguar. El otrora tranquilo y natural Manzanillo del Mar, vereda del corregimiento de La Boquilla en Cartagena, se observa hoy » invadido» por majestuosas e imponentes construcciones, que sea dicha la verdad además de ser despampanantemente hermosas, en buena hora llegan, porque impulsan la valorización y economía no sólo del sector, sino de Cartagena, que en esta crisis y en cualquier tiempo, bienvenido sea.
Hasta allí, todo bien, “todo bien dijo el Pibe”, siempre y cuando se conserve y respete el espíritu raizal y público de la playa principalmente. He allí, donde comienza el descontento y como popularmente se dice, «tuerce la puerca el rabo».
Es impactante y rompe con el emblemático remanso de paz, el ver personal de vigilancia privada, armados y cara de pocos amigos en la playa. El que no pertenezca a Serena del Mar, no goza de esa respetuosa libertad, que por siglos ha existido en ese rinconcito de hermosura llamado Manzanillo del Mar, donde hoy serenamente Serena del Mar llega con su bastón de mando y mirando por encima del hombro a todo «extraño» para ellos, cual bicho raro.
No sé ni me importa el convenio que haya llegado la constructora, empresa o como se llame con las autoridades respectivas, pero la sensación de arbitrariedad y adueñamiento de lo público por interés particular es innegable.
Son metros, interminables metros y más metros de cabuyas y bolardos, esparcidos en intimidantes cubículos a lo largo de la apacible «carretera» sobre la arena que se dibuja clasista, discriminatoria y ante todo vergonzante en tan apacible otrora belleza.
Eso ya no es de los raizales, y menos de los colombianos, sino de los serenos perturbadores, aun cuando quieran decir lo que deseen y explicar lo más «legal» al parecer con el acompañamiento celestino de las autoridades, cual Shakira, ciega, sorda y muda.
Expliquen lo que quieran explicar, justifiquen lo que quieran justificar; las bases de cemento, cabuyas y bolardos en esos kilómetros de playa, sólo dicen a la fuerza, «esto no es público y ni se te ocurra pisarlo….porque ya verás» ¡Qué triste realidad!
Con todo el respeto, ojalá el señor alcalde de Cartagena Willian Jorge Dau Chamat, se apersone a tiempo de este seguramente “legal atropello” y recupere el libre tránsito y utilización para todo un pueblo de sus arenas mazanilleras, permitiendo seguir construyendo los castillos y dejando huellas- en cualquier rincón sin exclusiones- que parecen en el romanticismo eternas, pero que el mar y sus apacibles o impetuosas olas, se encargan de hacernos saber, que él y sólo él, es el dueño de esa tierra que por siglos nos ha prestado y hoy la poderosa Serena del Mar a punta de cabuya y cemento quiere imponer como de ella.