Luego de recorrer varias horas de camino desde su vereda en las alejadas ciénagas del Caño de Viloria y juntando algunos pesos para pagar el valor de la “mototaxi”, nuestra protagonista inicia su camino hacia el hospital en busca de ayuda debido a que en los últimos días se ha sentido con “veri veri”.
A sus 70 años y a pesar de la hipertensión, la diabetes y dislipidemia que la acompañan aún es capaz de tirar canalete y montar a lomo de caballo para encerrar unas cuantas vacas en su parcela.
Desde que empezó la pandemia María Luisa “Lucha” como la conocen en la región, ha tenido miedo de salir desde su casa de bareque hasta el hospital regional debido a que en su viejo radio y el televisor de la tienda comunitaria solo ha visto personas infectadas por Covid-19 y según los comentarios de sus vecinos “el que no tiene Coronavirus lo hacen pasar por enfermo y se lo pegan en el hospital”.
Por esta razón solo fue a reclamar una vez sus medicamentos y estos se acabaron hace varios meses desde entonces con bebidas de aguacate, cogollo de naranjo y hojas de “matarratón” ha tratado sus enfermedades.
En su EPS nunca la han llamado para preguntarle si aún está viva o como se siente; por el contrario, en su última visita debió llorar al lado un “arrume” de papeles para que le entregaran unas pastillas que no estaban dentro de su Plan Obligatorio de Salud.
En contra de todo pronóstico esta bailadora de cumbia y amante del porro “palitiao” logra llegar a urgencias y pregunta si la pueden atender porque viene de lejos y esta “achacada”.
La secretaria que la atiende en la taquilla le dice que no hay forma de revisarla porque todo está lleno de pacientes con Covid y que por ahora no están atendiendo a pacientes crónicos a menos que sea algo “muy urgente”.
Quizá si le hubiese pedido a alguna enfermera que le tomara la presión arterial o una glucometría (medición en sangre de niveles de glucosa) hubiesen notado que a pesar de estar en pie doña lucha tenía una urgencia hipertensiva con glicemia en cifras de severidad.
Con el rabo entre las patas, sin medicamentos, decepcionada de haber vendido sus gallinas para los gastos y renegando a los cuatro vientos que nunca volvería al hospital se embarca en una moto hacia su casa no sin antes tomarse una “chicha con pan” y comprar unos víveres para no perder la salida.
Al llegar a su casa una sensación de opresión en el pecho y perdida de la fuerza la hacen colapsar ante la mirada de sus familiares que nada pueden hacer para evitar el infarto agudo de miocardio que le ocasiona la muerte, precipitada por una hipertensión mal controlada y una diabetes fuera metas.
El caso de «Doña lucha» no es aislado y nos muestra la realidad del sistema de salud que además del colapso ocasionado por el SARS–CoV-2 se está enfrentando a la descompensación de las patologías crónicas que han perdido el seguimiento y control por parte de las entidades promotoras de salud (EPS).
Es de vital importancia tener presente que en los próximos días aumentaran los casos de infarto agudo de miocardio-accidentes cerebrovascular y crisis hiperglicemicas. Por lo tanto, es responsabilidad de las entidades aseguradoras y plantear estrategias que logren impactar de forma positiva en el proceso de salud enfermedad.
Algunas han aplicado de forma exitosa procesos de seguimiento apoyado en tecnologías, pero otras han aprovechado esta novedad para evadir responsabilidades y dejar a la deriva sus pacientes que en el caso de «Doña Lucha» no lograron una atención oportuna.