Las ciudades constituyen la principal causa de cambio climático, el acelerado proceso de urbanización, en ellas se consume gran parte del suministro energético mundial, y en ellas se generan el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente producidos por la quema de combustibles fósiles.
La falta de planificación y diseño urbano en la gran mayoría de las urbes, han derivado en complejizar los modos de desplazamiento, pues se ha priorizando el uso de vehículos personales sobre los medios de transporte público, contribuyendo aún más al aumento del dióxido de carbono.
El Informe de Riesgo Global del Foro Económico Mundial (2020) ha identificado los cinco principales riesgos globales: eventos climáticos extremos; falla en la acción climática; daños y desastres ambientales causados por el hombre; gran pérdida de biodiversidad; y desastres naturales graves.
Panorama que no es nuevo y que ha llevado a los líderes globales a suscribir Acuerdos como el de Paris, comprometiéndose a enfrentar los efectos del cambio climático, efectos medioambientales que ya han llevado a más de 1000 ciudades de todo el mundo a declarar emergencias climáticas.
En 2008 los alcaldes locales de la Unión Europea lanzaron el “Covenant of Mayors” con el fin de alcanzar y superar los objetivos climáticos y energéticos de la UE, creando el primer enfoque ascendente de la acción energética y climática.
A esto se sumó en 2014 el programa de Naciones Unidas “Compact of Mayors” como una coalición de alcaldes y gestores públicos para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, con el apoyo del grupo C40 de Grandes Ciudades para el Liderazgo Climático, Gobiernos Locales por la Sustentabilidad (ICLEI) y la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) y ONU-Hábitat.
En un proceso de crecimiento global el antiguo “Pacto de los alcaldes” y el “Pacto de Alcaldes de la Unión Europea” se unieron estableciendo el “Pacto Global de Alcaldes por el Clima y la Energía” GCoM, estableciendo la mayor alianza global de gobernantes locales, trazando un objetivo común, promover y apoyar acciones voluntarias de largo plazo para reducir las emisiones al año 2050, y así frenar el caliento global.
Actualmente el GCoM reúne a 10.500 gobiernos locales en seis continentes y más de 135 países, comprometidos con realizar informes sobre sus avances y acciones en: reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), adaptación al cambio climático y acceso a energías limpias y accesibles, para que sean monitoreados en la Plataforma Unificada CDP-ICLEI, de acuerdo a los logros obtenidos el GCoM hace reconocimiento a los gobiernos locales con un sistema de medallas de acuerdo a la fase en que cada ciudad se posiciona: Mitigación, Adaptación y Cumplimiento, este último otorgado a las ciudades que han logrado completar todas las etapas.
En el último informe, en fase de Mitigación se encuentran las ciudades colombianas: Bogotá, Santiago de Cali y Medellín; y en fase de Adaptación: Bogotá, Santiago de Cali, Medellín y Manizales; aun no tenemos ciudades colombianas en el último escalafón: Cumplimiento o Total Conformidad.
Sin lugar a dudas, asumir los retos que impone el cambio en el clima deriva en la “resiliencia climática” en entablar acciones conjuntas para lograr la mitigación y adaptación de nuestras ciudades: siembra de árboles nativos, sistemas y redes eficientes de transporte público, implementar sistemas de alertas tempranas, construir viviendas resistentes a eventos ambientales, canalizar y recuperar las cuencas hídricas, estabilizar y preservar las costas marítimas, entre otras obras que deben ser identificadas y planificadas de acuerdo a lo que se espera en el futuro cercano, para evitar la producción de dióxido de carbono, las inundaciones, deslizamientos de tierra y el calor excesivo.
Una apuesta que han emprendido muchos alcaldes, y a la que deben sumarse todos, dando muestra de gobernanza y resiliencia urbana, hay que recordar que el cambio climático no identifica fronteras, y por ello urge trabajar en red para enfrentar a este enemigo común que debe detenerse.