En el texto Pasado, presente y futuro de la paz en Colombia, que reposa en el Museo Nacional, encontramos la definición de lo que fue llamado el “Frente Nacional”; bajo el titulo, La Paz por un acuerdo político, 1957. “El pacto bipartidista del Frente Nacional fue diseñado por los jefes de los partidos tradicionales, los liberales y los conservadores, para poner fin a la violencia sectaria de los años cuarenta y cincuenta, salir del gobierno militar del general Gustavo Rojas Pinilla,
—a quien paradójicamente habían instalado en el poder años antes— y retornar al gobierno civil. El enfrentamiento entre los partidos había sido caracterizado por la intolerancia, la exclusión y la violencia, en particular la muy extensa y compleja violencia rural. Los dos partidos habían vivido tensiones muy profundas, y para apaciguarlas era necesario construir un sistema de garantías mutuas. Así nació el Frente Nacional, con los pactos de Benidorm, 24 de julio de 1956, y de Sitges, 20 de julio de 1957, firmados en esas localidades españolas por Alberto Lleras, representante del Partido Liberal, y Laureano Gómez, por el Partido Conservador.
Por estos días, con algunas diferencias en la forma y los contextos partidistas, Colombia está en medio de una violencia sectaria, que no nos va a llevar a ningún lado, sino apelamos a la memoria y sobretodo la mesura. Esto no se trata de pactos para acribillar a unos u a otros, porque todos, absolutamente todos, así veamos la vida desde perspectivas diferentes somos Colombia, y tenemos que caber en ella.
La arrogancia de algunos que se creen moralmente superiores y mucho más humanos que otros, no es real. Aquí tenemos que demostrar altura y no seguirle el juego a quienes pretenden llevarnos al caos, nada ganamos permitiendo que destruyan la infraestructura pública, nada ganamos haciéndonos los de la vista gorda frente a la corrupción, llegó la hora de una renovación, pero tenemos que debatir y luchar por esos espacios desde la entereza, respetando al otro, y sus posturas.
Aquellos que se están creyendo dueños de la verdad y de las soluciones, mienten, este debe ser un trabajo que nos incluya a todos, un trabajo de construcción en el que se hermanen el sector púbico y privado, donde la prioridad sea el bienestar social. Ese que brinda herramientas a los ciudadanos para que a partir del trabajo puedan dignificar su vida. Esa es la Colombia, de la que en mi caso he sido testigo desde niño, un país pujante, de gente que no se le arruga a nada, que contrasta de lejos con ese que también esta lleno de ratas de cuello blanco, a quienes tenemos que poner en su sitio, sin destruir lo poco o mucho que ya hemos alcanzado.
Colombia es un país de mestizaje, por nuestra sangre corren ríos de sangre cuyo origen viene de aquellos que habitaban este territorio, y de quienes llegaron a conquistarlo, que maravilla que esa historia hubiese sido una historia de amor con final feliz, pero ya todos sabemos como fueron los embates que implicó, derivada de esa época por la que la humanidad habitaba aún en el salvajismo que no podemos replicar. Yo entiendo que podamos inclusive replantearnos que figuras deben ejemplarizar nuestras plazas, pero no es acabando monumentos que transformamos la historia, la reconciliación no se logra con violencia, ya lo hemos vivido.
Duelen los jóvenes, duelen las victimas de la desesperanza, del rencor, las victimas del Covid-19 que pudieron evitarse. Todas las victimas cuentan, por eso no podemos perder la esperanza de reencontrarnos como lo que somos, un solo país. Muchos políticos están aprovechando el caos para, de manera mezquina satisfacer sus egos.
Debatan en el Congreso, inviten a los jóvenes a plantear sus puntos, y a gestionar las estrategias para recuperar la confianza en el país, de lo contrario, seremos testigos de una Patria Boba, anquilosada en pleitos de bárbaros, cuando en este país, si contamos con algo, es con cerebros y corazones capaces de cambiar el rumbo de nuestro futuro, por uno que invoque a la ilusión y a no perder la esperanza.
Que bueno sería que los jóvenes de la “primera línea” convoquen a los políticos que los representan para que lleven sus propuestas al Congreso y las discutan, no es frenándonos entre civiles que vamos a alcanzar nuestro propósito, es exigiendo en los espacios correctos e indicados para ello. Que el Gobierno no escucha, no es excusa para acabar con el país. Nadie escucha a quien está histérico. Es humano, por eso, agarren esos textos de primera línea y exijan a quienes los representan en el Estado para que sean tomados en cuenta. Y si nadie los representa, elijan personas con rostros de sus grupos que los representen, organícense y vayan a las Urnas, que para eso vivimos en una democracia.